A 50 años de My Sweet Lord, el hit maldito de George Harrison: fue su mayor éxito pero casi lo llevó a abandonar la música
En 1970, Los Beatles empezaban a ser un montón de nada y George Harrison había comenzado su carrera solista con My Sweet Lord, grabada en los honorables estudios Abbey Road. No estaba solo: lo acompañaban Eric Clapton y Ringo Starr.
La historia de la canción es conocida. Era el primer manifiesto hinduista, a cargo del ex beatle que más confiaba en el Maharishi Mahesh Yogi, ese gurú capaz de mirarle el culo a Mia Farrow con la misma lascivia que el resto de la banda.
En esta efeméride hay de todo, hasta la nube del plagio formó parte del asunto en una canción que esta semana cumple 50 años y significó el primer single de All Thing Must Pass, debut solista de Harrison y disco triple que traía aparejado –por la cantidad de temas- la posible revancha del beatle tranquilo al que Lennon y McCartney, a regañadientes, apenas si dejaban colar un par de composiciones por álbum.
"My Sweet Lord" se convirtió en el primer gran éxito de un beatle después de la separación del grupo. /Foto AP Photo/Suzanne Vlamis
George lo lanzó el 23 de noviembre de 1970 y eso del "My Sweet Lord (Hallelujah) Mm my Lord (Hallelujah) My Sweet Lord (Hallelujah)" se convirtió en el mayor éxito de su carrera fuera del cuarteto al que había dejado de pertenecer a los 27 años. A la edad en que la mayoría de los mortales estamos tratando de saber qué hacer con nuestra existencia, George, el menor de todos, ya se jactaba de ser un ex Beatle.
Gracias a My Sweet Lord entendimos el significado de la palabra “mantra”. El tema parecía una mezclar todo lo que podía imponer un beatle con incrustaciones raras como “Hare Krishna”. Desde ese momento, el mundo occidental empezó a interesarse en la Ley del Karma: tarde o temprano te regresa eso mismo que hiciste. Una especie de conductismo implacable en clave y cosmovisión india.
La canción no tardó en ocupar los primeros puestos en los rankings. Fue el primer hit de un beatle después de la separación. Esto ocurrió al margen de que antes de conocerla por George, el guitarrista le había dado la canción a su amigo tecladista Billy Preston, para su segundo álbum Encouraging Words. La versión de Preston, con su voz de dulce señor, tenía aroma a góspel y se conoció dos meses antes de la que definitivamente llegaría a sonar en todas las radios.
Desde el aspecto musical, el tema se caracteriza por la técnica del slide, un recurso de guitarra relajante que George terminaría de patentar como una suerte marca de fábrica.
En la tapa del álbum triple que contiene My Sweet Lord se lo ve a George cual flautista de Hamelin, rodeado de enanos de jardín. Por esos días él se había transformado en una figura que gustaba de mostrarse elevada en sus pensamientos y declaraciones, desprendiendo, a cada paso, un aura de magia y misterio. Algunos, igual que con el Muñeco Gallardo en River, se acercaban para tocarlo nomás. Decían daba suerte.
El descomunal acontecimiento de esa canción potenciaba a un disco, All Thing Must Pass, que resultó ser una especie de “dulce venganza” para el exbeatle que estaba en boca de todos y se posicionaba alto en la consideración con su debut solista.
Ojo, en las antologías consta, sin embargo, que Harrison ya había sacado los pies del plato dos años antes de la conflictiva separación del grupo cuando, en 1968, editó un trabajo de música incidental escrita como banda de sonido para la película Wonderwall, filme psicodélico dirigido por el principiante Joe Massot que protagonizó Jane Birkin. Más de 20 años después, esa peli inspiró a Oasis para que los hermanos Gallagher dieran a luz una de sus más perfectas canciones.
A partir de la publicación de My Sweet Lord, George Harrison logró un espacio en las radios que llevaron a John Lennon a bromear con la idea de que, finalmente, existe un Dios. /Foto AP Photo/PA santiago de chile George Harrison Fotograma cedido del documental Living in the material world festival In-Edit Chile
George y el problemático coproductor Phil Spector, probablemente armado en horas de trabajo, montaron la grabación del tema en un estilo flower power comunitario. "Teníamos dos bateristas, un bajista, dos pianos y unas cinco guitarras acústicas más una pandereta que fuimos secuenciando en orden", señaló Harrison, hablando de la grabación de My Sweet Lord.
"Todo el mundo toca en directo en el estudio. Pasé mucho tiempo con los otros guitarristas rítmicos para que todos tocaran exactamente el mismo ritmo, por lo que se logró que sonara perfectamente sincronizado".
John Lennon llegó a decirle a la Rolling Stone: "Cada vez que enciendo la radio, es My Sweet Lord. Empiezo a pensar que realmente debe haber un Dios”.
Mientras la gente que viajaba en los double decker buses colorados de Londres tarareaba, irremediablemente mística, aquello de “My Sweet Lord, Mm, my Lord, Mm, my Lord…”, el sufrido Beatle era noticia por esa pesadilla inconsciente y repetida llamada “plagio”.
El compositor Ronnie Mack lo demandó diciendo que ese tema no era otra cosa que una violenta inspiración en He's So Fine, una alegre melodía de las neoyorquinas The Chiffons, especie de Cuarteto Zupay femenino que en 1963 logró -con ese tema- ser número 1 en las listas de ventas de los Estados Unidos.
Una canción te suena parecida a otra y eso no necesariamente es plagio. George seguro que no quiso hacerlo. ¿Se lo imaginan a George Harrison, a un Beatle, plagiario?
Todos aquí, en este preciso momento, estamos metiéndonos en YouTube para ver si, como dicen, My Sweet Lord suena a otra canción y lo que se puede observar, como dice un comentarista, es que las chicas de Mack robaron el corte de pelo de Los Beatles y nunca fueron demandadas.
El bueno de Harrison afirmó que la inspiración para su canción había sido tomada de ese tema. Sí. Y la Justicia favoreció a la demanda: “El exbeatle cometió un plagio involuntario”, fue el veredicto.
Hubo que pagar una multa y luego del entuerto judicial, George compuso This Song, donde el guitarrista-noticia-de-plagio le bajaba el precio al hit diciendo, al mejor estilo Paul, que a My Sweet Lord había que "dejarlo ser” y que la melodía no tenía nada de "brillante”.
Hacia 1979, tres años después de la sentencia por plagio, Harrison sostenía que cuando empezaba a escribir alguna canción, enseguida sentía que sonaba a algo conocido. /Fotp AP Photo
"Realmente me dejó nocaut la idea de esa canción y sentí un gran llamado del Señor", sostuvo George, en todo caso responsabilizando al Altísimo.
¿Hubo consecuencias anímicas? Obvio. Además de las económicas, Harrison se llamó a silencio durante tres años. "Es difícil empezar a escribir de nuevo después de haber pasado por eso", le dijo Harrison a Rolling Stone en 1979. "Incluso ahora, cuando enciendo la radio, cada melodía que escucho suena como otra cosa".
En otro encuentro periodístico, George confesó: "Nunca recibí dinero de My Sweet Lord. En lo que a mí respecta, el efecto que ha tenido supera con creces cualquier queja por derechos de autor, celos y codicia".
Medio siglo después, decir My Sweet Lord y decir George Harrison es exactamente lo mismo.
Fuente: Clarín