Ceda el paso
En mi artículo anterior decidí tirar una piedra. Me atreví a sugerir que a veces los argentinos lloramos por el gusto de llorar, porque es más fácil hacerse el lesionado que levantarse de la silla y salir a darlo todo en la cancha. Osé decir que preferimos vivir en la queja y no en la acción, la acción de denunciar, la acción de respetar al otro y aprender en lugar de estar siempre dando lecciones. Pues bien, como no pretendo esconder la mano, hoy me serviré de lo cotidiano para ejemplificar mi punto. Y díganme ustedes… ¿qué hay más cotidiano que el conducir o el caminar? Son dos actos corrientes que ejercemos a diario y que sin embargo exigen la misma responsabilidad que más tarde les pedimos a nuestros gobernantes. Ahora me gustaría saber… ¿cómo se comportan ustedes en la calle?
Va el marplatense (hablo de usted, y no de este diario) al volante de su coche motor de gas, gasolina, gasoil o pedal, con el cinturón de seguridad bien acomodado al costado de la puerta, sueltito, y el espejo retrovisor lleno de cruces o vírgenes (en estos casos la ayuda divina es fundamental para llegar ileso a casa). Bien… va el marplatense, decía, por Juan B. Justo a la altura en que se cruza con Champagnat. ¿Y qué se encuentra? Una rotonda, así es. Un mini continente en medio de un mar de alquitrán, y en cuyas cercanías hay apostada una señal, en forma de triángulo invertido, que reza: CEDA EL PASO. Es la única regla de prioridad de la rotonda y aún así ¿qué hace nuestro conductor? Entra en el circuito como si fuese Räikkönen en la happy hour, a lo loco, de cabeza, ignorando no solo la ley sino también el sentido común. En ese momento los coches que ya circulaban por la rotonda se detienen para dejarlo pasar, no porque sean educados sino para no comerse de lleno al animal que acaba de saltarse la señal que tan raudamente y mal ponderó. ¿Alguno de ustedes conoce la ley en este sentido? Porque yo no he visto a ninguno respetarla.
En España, donde rige la misma ley de prioridad vial que en Argentina, el automóvil que circula por la rotonda tiene derecho a continuar su tránsito SIN PARAR hasta que finalmente la abandona. Mientras tanto, los coches que buscan entrar en la glorieta tienen que esperar pacientemente a que las circunstancias se lo permitan. ¡Eso significa CEDA EL PASO! ¿Cómo es posible que lo entendamos al revés?
Les parecerá gracioso pero cuando yo aterricé en Europa, hace ya unos cuantos años, tenía la loca idea de que esas rayitas blancas pintadas en el suelo del asfalto, las que cruzan transversalmente de una acera a la siguiente -y que en Argentina están medio borradas porque total…- eran de adorno. ¡No se rían! Tenía veinte años y pelos en los… sobacos, pongámosle… pero nadie me había enseñado nunca que esos grafitis se llaman “senda peatonal” y que sirven para indicar a los coches, a falta de semáforo, que deben detenerse para priorizar el paso del peatón. En Mar Del Plata cruzar la calle tendría que venir acompañado con musiquita del far west, más no sea para que uno vaya haciéndose a la idea de que se juega la vida en el intento. Ustedes estarán acostumbrados, claro, y me dirán que no es para tanto; pero esto debería servirles de advertencia: estar acostumbrado a lo incorrecto es la fórmula del caos. Actitudes como esa repercuten más tarde en todos los ámbitos de la sociedad, y sin duda marcan también la clase de gobernantes que hacemos por merecer.
Lo vuelvo a repetir: quejarse está muy bien. Aplaudo el pensamiento crítico. Pero no se puede apostar el cambio de una sociedad a una rabieta, a todo o nada, a una guerra civil o a la esperanza de que caiga un mesías del cielo. El cambio, queridos lectores, empieza en casa, comienza en uno, en las pequeñas decisiones que tomamos cada día como, por ejemplo, el abandonar los santos y empezar a conducir como es debido, siguiendo las cuatro directrices que enseñan en el simplísimo examen de conducir argentino. No quisieran ustedes enfrentarse al que pasamos en España, ni sufrir la suerte de vivir con camaritas pegadas al traste. Aquí el graciosito de la clase tiene un alto porcentaje de llegar a casa y encontrarse en el buzón una tamaña multa adjunta a una foto con su cara de zopenco saltándose los límites de velocidad.
Aprovecho entonces, porque tampoco es que todo sea culpa del plebeyo, para recordarle al señor intendente de la ciudad (Guillermo Montenegro, en este caso), que bien podría empezar a llenar las arcas de la Municipalidad apostando policía en las rotondas para multar a todo el que no respete la susodicha… la puñetera como dicen en España… señal de CEDA EL PASO.
Tendrán ustedes que perdonar mi inocencia, pero me resulta muy difícil entender que vivamos sumergidos en este juego de doble moral donde se habla de leyes que nadie respeta ni hace respetar; donde se alardea sobre los derechos de los niños y se permite a papá y mamá convertir al hijo en fumador pasivo; donde se le pide al ciudadano respeto cuando el declamador es el primero en saltarse las normas, cuando los delincuentes apresados se convierten en una carga en lugar de ser mano de obra que devuelva a la sociedad algo de lo que restaron, cuando la promesa de un político se vende directamente como estrategia en lugar de ser un contrato, cuando el grueso del capital estatal -la sangre, sudor y lágrimas de los trabajadores- desaparece en sacos sin fondo o en planes sin más sentido que el de ganarse un electorado fácil. Díganme ustedes... ¿de quién es la culpa sino nuestra, sino tuya que no haces más que señalar al vecino cuando al final eres incapaz de ceñirte a una norma tan sencilla como la de ceder el paso? ¿Te crees mejor que la persona que gobierna el país? No lo eres. NO LO ERES. Y no me cuentes tus historias de violín porque me interesan poco o nada. ¿Quieres hacer algo de provecho para la sociedad? Por una vez actúa acorde a lo que demandas: sé honesto, cívico, y aprende a cuidar la espalda del otro aunque sea para asegurarte que siempre habrá alguien cuidando de la tuya.
Acá viene la parte donde la mitad se me ofende y corre a hacerme vudú. ¿Qué le vamos a hacer? No debo ser muy dado a hacer amigos. Me veo en la próxima con los pocos que me queden.
Pd.: nada personal don Guillermo Montenegro. Solo le pido que haga usted lo que no han sabido o querido hacer sus antecesores, lo que no se ha hecho hasta ahora: hacer respetar la ley y que sean los infractores los que paguen las obras de la ciudad. Es un win win, como dicen los yanquis.
1.- Ley 24.449, Ley de Tránsito, Art.5 inc. t. Senda peatonal: el sector de la calzada destinado al cruce de ella por peatones y demás usuarios de la acera. Si no está delimitada es la prolongación longitudinal de ésta;
Decreto 779/95, Decreto reglamentario de la Ley de Tránsito, Anexo I, Art. 41, inc. e) Al aproximarse un vehículo a la senda peatonal, el conductor debe reducir la velocidad. En las esquinas sin semáforo, cuando sea necesario, deberá detener por completo su vehículo para ceder el paso a los peatones.
https://www.argentina.gob.ar/justicia/derechofacil/aplicalaley/soy-peaton
Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.