Cómo es McCartney III, el disco del beatle grabado durante la cuarentena
Cuando nadie esperaba novedades de Paul McCartney en un año pandémico, el beatle -nunca va a ser ex- sorprendió al mundo al anunciar la producción de un disco durante la cuarentena. Lo más sorprendente para su fandom fue el nombre elegido: McCartney III. A 50 años de la edición de su primer disco solista homónimo, el cierre de la trilogía puso al descubierto la necesidad de dar un paso al frente y enfrentar este nuevo proceso bajo la premisa del quiebre y el divertimento.
Producido durante lo que Paul concibió como “Rockdown” (un juego de palabras con “lockdown” -termino similar a cuarentena en inglés-), el disco es un manifiesto a la libertad creativa de una de las mentes más poderosas de la música popular mundial. Encajado dentro de su apellido, cumple en el requisito que sus antecesores –McCartney de 1970, tras el final de los Beatles y McCartney II, con el final de Wings a la vista- de ser un álbum sin ataduras, donde se permitió jugar, innovar y –¿por qué no?- marcar tendencia.
A sus jóvenes 78 años, Paul no va a permitir que le marquen la cancha, pese a algún intento desesperado por conectar con las nuevas generaciones a través de amistades poco profundas con Rihanna, Kanye West y Taylor Swift. Incluso, el lanzamiento de “Evermore”, el disco sorpresa de Swift que salió la semana pasada, lo “obligó” a posponer la fecha de lanzamiento del álbum para no entrar en disputa por el número 1. Esa competencia, que tuvo con Lennon en los Beatles, con él mismo en los ’70, y que le sirvió de motor para componer sus mejores canciones, es una de las bases de un disco expansivo, que gana en intensidad y calidad conforme avanzan las escuchas, algo parecido a lo que sucedió con sus predecesores homónimos, destruidos por la crítica, y revalidados como gemas dentro de su catálogo años después.
McCartney puede hacer lo que quiera porque se lo ganó, y en McCartney III hace un poco todo eso que se espera de él y un poco más, llevando los límites de su imaginación en nuevas direcciones y creando un universo sonoro experimental explorado anteriormente en proyectos como “Electric Arguments”, impreso en su ADN imaginativo.
El álbum abre con el instrumental “Long Tailed Winter Bird”, un gran ejercicio experimental blusero que peca en su extensión y termina perdiendo fuerza. “Find My Ways” adopta un registro similar al de Revolver pero con una letra que dialoga, como pocas veces en su carrera, con el presente: “Nunca solías tener miedo de días como este y ahora estás abrumado por tu ansiedad”.
A “Pretty boys” se le ven los hilos revisionistas de su relación con los paparazis, mientras que en “Woman and Wives” su voz suena apesadumbrada gravita sobre un piano que parece sacado directamente de Chaos and creation in the backyard. “Lavatory Lil” es rock poco inspirado pero pura diversión y en “Slidin” se pone pesado con reminiscencias a la dureza del White Album. Esta canción fue la única grabada junto a su banda fuera de la cuarentena, y se siente el peso de la mano de Abe Laboriel Jr en la batería.
La gema del álbum es “Deep Deep Feeling”, una paisaje sonoro que McCartney va cargando de ansiedad y texturas y que nunca termina termina de desenmarañar durante casi 8 minutos.“The Kiss of Venus” y “Seize the Day” son pura factoría beatle de manual (y encanto), mientras que “Deep Down” es un experimento sobre la obsesión sexual, que pretende ser Motown pero se queda a mitad de camino. La despedida llega con la alegre “Winter Bird / When Winter Comes”, un tema que comenzó a trabajar con George Martin en los ‘90 y que hoy encuentra su liberación en un disco que declara su independencia de las tendencias y la normalidad.
Fuente: TN/La Viola