Educación a distancia, una discusión antigua: reflexiones hacia un nuevo rumbo
Casi a diario escucho comentarios de los detractores de las tecnologías aplicadas a la educación, que ya venía utilizando la educación a distancia y que cobraron protagonismo en este contexto de pandemia.
Ponerse a discutir si una pantalla interactiva puede reemplazar a un profesor en el aula, me recuerda a lo que escuchaba en la década del 80, cuando era niña, y los adultos discutían si una computadora podía reemplazar al hombre. Me parece que es una discusión antigua. Claro que una computadora no puede reemplazar a un buen profesor, pero inmiscuirnos en un debate de este tipo, en principio, no aporta valor. En contextos de crisis hay que sumar, o, al menos, no restar.
La virtualidad ha corrido a las instituciones educativas, en general, de la mal llamada “zona de confort”, tal vez mejor apodada “zona de seguridad” o, en otras palabras, “comodidad de hacer las cosas siempre de la misma manera”.
Hubo que aprender en tiempo récord a mirar, aunque sea de reojo, a nuestra colega de “educación a distancia” y pedirle tímidamente que nos enseñe algunos de sus recursos, porque básicamente, no quedaban muchas opciones.
Allí, mientras miramos de reojo, vemos que se puede hacer mucho más de lo que creíamos. Hoy veo escuelas orgullosas enviando videos de actos escolares, mostrando nuevas plataformas educativas, todos unidos ayudándose y capacitándose y lo que considero más valioso, directivos y docentes pensando de qué otra manera se puede enseñar, de qué otra manera tomar un examen, cómo es posible captar la atención de los alumnos ahora que no están en un aula física.
Así nos vamos redescubriendo. Tal vez nada vuelva a ser igual. Cuando volvamos a las aulas, quizás el profesor haya probado y encontrado nuevas estrategias pedagógicas. Es probable que el “recreo” y el abrazo de la maestra tengan, también, mayor significado.
Tal vez podamos decirle “gracias” a la educación a distancia, por enseñarnos, por habernos prestado, entre otras cosas, la computadora, que da soporte a nuestro trabajo hoy, y mientras nos acompaña nos obliga a aprender, juntos y casi a diario, nuevas maneras de educar.