El cielo y el infierno para trabajadores marítimos con coronavirus
Por Roberto Garrone
En Mar del Plata podemos tener problemas de calado en la boca del puerto y en la posta de inflamable. También una colección de barcos abandonados que supera la docena y muchísimos más que hace un año que no salen a pescar, ocupando espacio vital para el desarrollo de la actividad pesquera.
Una Terminal de Cruceros sin cruceros y 30 silos abandonados hace más de una década sin barcos cerealeros. Que en el único intento de llamar a licitación nacional e internacional para reconvertir ese espacio en un centro logístico de cargas, fracasó de manera estrepitosa sin siquiera despertar el interés de nadie.
En nuestro puerto falta espacio, sobra mugre y hasta perros vagabundos. Perdimos el código PBIP y existen muchas falencias pero ahora que el covid-19 circula con mayor frecuencia que algunos inspectores en el muelle Deyacobbi, al menos impera el sentido común.
Mar del Plata exhibe un trato humanitario con quienes se contagian. Sobre todo con los tripulantes de barcos pesqueros, tal el caso del Insólito, el barco costero de los hermanos Di Bonna, que en la semana llegó al muelle 10 con un grupo de tripulantes evidenciando síntomas compatibles con coronavirus.
Con el protocolo activo, el Consorcio dio intervención a la Prefectura y al SAME, se colocaron vallas en la zona y la ambulancia estaba estacionanda esperando a que los trabajadores bajaran del barco para recibir las primeras atenciones y luego ser derivados a un hotel céntrico donde fueron hisopados.
Los síntomas finalmente confirmaron que 8 de los 10 trabajadores fueron diagnosticados positivos. Una marea de 10 días en un barco de menos de 22 metros de eslora, un solo baño y camarotes de reducidas dimensiones, es tiempo suficiente para que todos se contagien. Es posible que los dos negativos ya hayan cursado la enfermedad y hayan tenido anticuerpos.
Por suerte todos transcurren la enfermedad sin mayores contratiempos. Y por estas horas hay una media docena de barcos donde también se han registrado nuevos casos. No solo en puerto piojo donde late la flota costera sino también en los muelles grandes con algunos barcos fresqueros y también congeladores.
Todo lo bueno que se hace en Mar del Plata para que los trabajadores marítimos mantengan condiciones dignas mientras cursan la enfermedad, no se observa en puertos patagónicos donde las autoridades han sido acusadas de hasta abandono de persona.
El tangonero “Santiago I” zarpó de Mar del Plata y en el transcurso de la marea algunos trabajadores sintieron síntomas. Cuando el barco pidió ingreso a Madryn para descargar los 29 tripulantes fueron hisopados. Todos fueron positivo y obligados a quedar fondeados en el Golfo Nuevo hasta que completen los 14 días de aislamiento.
A bordo de un pesquero, mismo único baño, ambiente húmedo, frío, ropa sucia, mojada y sin posibilidades de generar agua limpia porque los motores no trabajan a pleno. A ese trato inhumano los someten las autoridades portuarias de Chubut, incapaces de organizar un protocolo que los saquen del puerto y los introduzca en un hotel donde poder pasar el aislamiento en condiciones dignas.
Los trabajadores del “Santiago I” no son los únicos en esta situación vergonzosa. Mismo procedimiento ocurrió para los obreros marítimos del “Aresit”, en Puerto Deseado, donde dieron positivo 9 de los 29 tripulantes, pero solo 10 pudieron desembarcar. El resto sigue embarcado desde el 29 de julio y jamás un médico subió a bordo a controlar el estado de salud de los enfermos.
El hisopado previo a la zarpada no figura como un elemento obligatorio en los protocolos. Siempre ha sido opcional aunque en la flota mayor la mayoría lo aplica para evitar estos problemas que en los puertos patagónicos directamente se transforman en vulneración de los derechos básicos.
Ni siquiera hisopando a todo el personal se está a salvo, como quedó en evidencia con el congelador Echizen Marú y el tangonero Argentino I, ambos de Newsan, que detectaron positivos ya en alta mar y terminaron contagiando al resto de la tripulación.
Que un negativo luego en alta mar se transforme en positivo puede ocurrir. Lo que no puede seguir ocurriendo es el maltrato físico y psicológico que las autoridades de Chubut y Santa Cruz aplican a los marineros, maquinistas y oficiales de pesca contagiados. Que el alojamiento lo pague la empresa armadora o a medias con los sindicatos. Pero sus vidas tienen que recobrar rasgos de humanidad.
Son trabajadores argentinos que subieron a un barco a trabajar, a ganarse el pan con el sudor de su frente para sostener a sus familias y se merecen respeto. No han cometido ningún delito. Y si así fuera, ni el peor de los asesinos merece semejante sometimiento, tamaña discriminación, tan grosero maltrato.
Algunos obreros ya han puesto abogados para iniciar acciones legales ante tremendo atropello. No hay protocolo que valga cuando se vulneran derechos constitucionales. En realidad deberían ser los propios representantes sindicales los que asuman un papel más protagónico del que exhiben ahora para hacer valer los derechos de sus afiliados.
Anoche dirigentes del SICONARA estaban caminando el muelle Storni para resolver el problema que viene. Un tripulante del Madre Margerita fue desembarcado con síntomas y tras el paso por el laboratorio donde dio positivo, lo alojaron en un hotel. Al cierre de esta columna no se sabía si el resto de la tripulación podía volver a Mar del Plata o quedaba fondeado en rada.
Chubut no solo exhibe este desprecio hacia los trabajadores embarcados contagiados sino que desde que comenzó la temporada de langostino en aguas nacionales se ha encargado que la flota marplatense que opera en puertos provinciales pase las de Caín.
Ingresar a la provincia por el control de Arroyo Verde ha sido una tarea compleja. Autorizaciones que nunca llegan porque no mandan los mails; relevos, mecánicos y hasta armadores durmiendo a la vera de la ruta hasta que lleva el bendito pase, siempre surgido como un favor y no como un derecho a circular por una ruta nacional como miembros de una actividad esencial.
Protocolos que duran tres días y pierden vigencia, hisopados, aislamientos, controles policiales, resoluciones que solo se aplican en Madryn o Camarones, camiones que no pueden volver con langostino fresco. Si alquien con ganas se pone las pilas, escribe el libro de la vergüenza con las anécdotas más increíbles.
Todo se resume en una sola sensación: maltrato para los de a bordo y maltrato para los que quieren ingresar por tierra. Argentinos que solo quieren o pretenden trabajar. Ya sea para llevar el mango a casa como el que busca crecer en el negocio y dar más trabajo a obreros en Mar del Plata.
La pandemia deja al descubierto la tarea colosal, bien reconocida y mal remunerada del personal de salud para hacer malabares y que no colapse el sistema sanitario. Pero también conductas miserables y soberbias como la de los funcionarios políticos de Chubut y Santa Cruz, donde parecen que siguen transitando la edad media.