El oro naranja y una oportunidad para Mar del Plata
Por Roberto Garrone
Cuatro días y 20 horas. Eso tarda un barco fresquero de unos 3 mil cajones, si todo marcha sobre ruedas y las condiciones meteorológicas acompañan, desde que sale del puerto local hasta que vuelve con la bodega completa de langostino patagónico. Es el oro naranja, el sostén de la industria pesquera nacional en el último lustro, que por estas semanas patina de hiperactividad algunos eslabones de la industria pesquera local.
Una flota de casi una decena de barcos opera al norte del paralelo 42°S, un área alejada de las mayores concentraciones del marisco que se ubican frente a las aguas del Golfo San Jorge, pero igual aporta buenas capturas; materia prima fresca para varias plantas en tierra, donde revitalizan empleos anémicos, que venían siendo sostenidos con una garantía horaria mínima.
El langostino que aporta la flota fresquera es de buen tamaño, L1 y L2, las dos más grandes en la escala comercial. Manos de trabajadores les quita la cabeza, y la “cola”, lo que se consume, se clasifica según el tamaño. Esta tarea la realizan principalmente los fileteros ahora convertidos en descabezadores.
En el mercado internacional este producto resiste la continua caída de precios que afecta al langostino entero, que en febrero tocó los 4,6 dólares por kilo. Algunas empresas liquidaron semanas atrás un stock de producto congelado de capturas efectuadas en esta misma zona de pesca el año pasado, a 4 dólares.
La cola se mantiene lejos de esos valores, por sobre los 7 dólares e incluso un poco más la que queda lista para consumir, pero eso requiere de mayor nivel de mano de obra y hoy el mercado no lo premia. En realidad, apenas da algunas señales de vida desde China, que atravesó el pico del covid-19.
Históricamente siempre tuvo más valor el langostino entero que la cola. De ahí la importante flota tangonera que pesca, clasifica y congela a bordo en el caladero nacional. Ahora que se dio vuelta la tortilla, los congeladores están pidiendo autorización para reprocesar más cola a bordo.
Las exportaciones en el primer bimestre reflejan el fenómeno. Los envíos del entero de redujeron un 32% en volumen, casi a la mitad en valor, y el precio promedio retrocedió el 23% en comparación con el mismo período del año pasado. Las ventas de "cola" subieron el 9% en volumen, un 2% en generación de divisas y el precio promedio bajó sólo el 6%.
En los muelles del puerto local el marisco se vende entre los 140 y 120 pesos por kilo. El precio puede mantenerse porque dentro de todo la oferta no es abundante. Hay otros barcos pero deben quedarse a pescar la merluza de su cupo.
Cada cajón trae 17 kilos de marisco y han completado en dos días de pesca bodegas de 3 mil cajones. El resto del cajón se completa con hielo para que no pierda calidad en el viaje. Pero siempre hay mañas; algunos cajones deberían ir a cuestión de peso de los gordos que están. Otros armadores prefieren ganar calidad, almacenar 15 kilos y lo que resignan en volumen lo ganan en precio.
Lo que mayormente se produce en las plantas locales es lo que se conoce como “cola en bloque”. Colas sin pelar, clasificadas, que se congelan en pastillas de 6 kilos. Para el contexto actual es el agregado de valor que se le puede dar, y con esto se han reactivado cientos de empleos.
El “Mar del Chubut”, por ejemplo, le entrega langostino a Iberconsa y también a Indupesa para que lo reprocese. “Voy a intentar exportar un par de contenedores”, dice Saverio Romano, el armador del barco. Para Pennisi es una oportunidad de mantener ocupado a su personal en la baja de la temporada de conserva.
Frigorífico del Sud Este compra lo que pesca el “Sant Angelo”, Pampa Fish hace IQF para Iberconsa, que a su vez mantiene ocupados a los obreros de Giorno (ex Valastro).
Otros frigoríficos como 27 de Noviembre y Friosur compran langostino para volcar al mercado interno, algunos enteros, cola y algo de cola pelada en cajas de 3 kilos. Dan trabajo a la espera que se reactive el circuito de restaurantes, bares y confiterías.
El langostino que trajo el buque “Sfida” se reprocesa en Asudepez, donde funcionaba la ex Barillari. Ahí más de 250 obreros del pescado mueven cunas con langostino, descabezan, clasifican y colocan en bandejas para congelar, a un ritmo incesante.
Aunque parezca mentira, el langostino es una especie excluida del convenio colectivo del SOIP. Cada empresa llega a acuerdos individuales con su trabajadores por el valor de la producción. En estos días hubo algún tironeo por el precio pero todos ponderaron la oportunidad de poder trabajar de lunes a viernes, toda una rareza en estos tiempos.
“Hay demanda desde Qingdao, Xiamen, Shanghai, Ningboo”, especificó Mariano Retrivi, de “Buena Proa” y presidente de ALFA, una asociación que agrupa a armadores langostineros. El empresario trinaba el jueves por la mañana luego que el gremio de estibadores bloqueara el armado de los barcos para que pudieran volver a pescar.
El SUPA, con Carlos Mezzamico al mando, presionó a Coomarpes para que la cooperativa no entregue cajones e interrumpió el aislamiento de los marineros que se disponían volver a pescar tras el test negativo con el que se embarcaron en la primera marea.
Palos en la rueda para sumar protagonismo en una pelea sectorial con vista a las elecciones. Mezzamico debería preocuparse por la falta de coordinación entre las empresas de estiba y el Consorcio que provocan que muchos estibadores no sean controlados cuando entran a trabajar.
Las buenas capturas del oro naranja se prolongarán por un par de semanas más y eso representa trabajo para muchos marplatenses: opera la estiba, las fábricas de hielo, el transporte, los talleres navales, agencias marítimas, despachantes, logística del comercio exterior, pero sobre todo, obreros del pescado, el eslabón más débil y castigado de la cadena productiva.
El Covid-19 ya desembarcó en el puerto. Los casos del Scirocco y Atlantic Surf esta semana fueron un llamado de atención que sirvió para mejorar los protocolos sanitarios y ajustar los controles. La oportunidad que regala el langostino no es para desaprovecharla con imprudencias, relajo en el cumplimiento de las recomendaciones ni sobreactuaciones como las del SUPA.