En busca de los resultados prometidos
En los últimos meses del año son muchos los que empiezan a querer remediar el desfasaje nutricional con la expectativa de “llegar bien al verano”. Sin embargo, los métodos que suelen usarse están relacionados a dietas que pueden ser peligrosas, ya que evitan el consumo de algunos macronutrientes necesarios, sin reparar en la calidad de la alimentación implementada y los riesgos que pueden provocar en la salud.
La demanda de soluciones mágicas genera que se vayan instalando dietas de moda en la sociedad. “La dieta del metabolismo acelerado”, la “detox”, la “proteica”, la “dieta Duncan”, la “keto”, el “ayuno intermitente”, la del paleolítico, son algunas de las más conocidas. Todas ellas prometen un gran descenso de peso en muy poco tiempo.
Este tipo de programas alimentarios, en general, se introducen en el mercado de la mano de una figura pública, famoso o celebridad, con una fuerte promoción en redes sociales y/o programas de televisión.
Las dietas que se proponen en la mayoría de estos casos tienen la característica de ser limitadas en algún macronutriente, como por ejemplo en hidratos de carbono, aumentando el consumo de proteínas en algunas, y de grasas en otras. También están aquellas que son muy restrictivas, calóricamente hablando; existen las que tienen eliminación completa de determinados grupos de alimentos; y otras, directamente con ayunos. El factor común de todas estas fórmulas es que prometen un descenso de peso rápido y se encuentran “avaladas” por aquella figura pública que la lleva adelante, con su respectiva y amplia promoción por las redes sociales, convirtiéndola en método que a simple vista parece un combo perfecto.
Ese descenso de peso rápido que prometen, es quizás el motivo por el cual se las elige masivamente; pero, pocos suelen preguntarse en ese momento qué es lo que sucede a largo plazo.
Las estrategias de marketing que se utilizan para promocionarlas son muy eficaces, con un alto grado de persuasión al posible consumidor. Entonces, es lógico pensar que quien busca perder peso de forma rápida no se plantee cuáles son los posibles costos para la salud a futuro. Vale aclarar que quien inicia el tratamiento ofrecido, simplemente está en busca del resultado prometido. El mayor grado de responsabilidad proviene de aquellas figuras que la promocionan, como así también de los medios masivos de comunicación que permiten dichas publicidades.
Del otro lado de esta situación, estamos nosotros, los profesionales de la salud que nos dedicamos al diseño de planes de alimentación adecuados a la persona que nos consulta, cuidando todos y cada uno de los aspectos de la salud en general, teniendo en cuenta posibles patologías de base y siempre apoyándonos en resultados de laboratorio del paciente. Más allá que ese sea nuestro rol profesional, actualmente nos encontramos “arreglando” los efectos que este tipo de dietas de moda producen a largo plazo, y conteniendo emocionalmente a la persona que nos consulta luego del peligroso desarreglo que le generó la “receta mágica”.
En general, este tipo de dietas están planteadas para poder sostenerse por un período no mayor a un mes por su naturaleza restrictiva en algún aspecto, ya sea calórico, de alimentos, en cuanto a sensación de placer en el acto de comer, etc. Lo concreto es que no se pueden sostener en el tiempo. Quizás aquí es donde aparece uno de los grandes puntos de inflexión, porque en 30 días ¿qué hábito podemos cambiar?, ¿qué grado de adherencia podemos lograr a determinado estilo de alimentación? En ambos casos es la misma respuesta: ¡ninguno!
Hagamos una breve exposición y análisis de las dietas que actualmente son las más promocionadas/consumidas:
- Dieta Keto y Dieta Duncan: ambas son cetogénicas, donde las grasas constituyen el principal macronutriente de ingesta, por lo que pasan a ser la principal fuente de energía que se le provee al organismo. Aproximadamente un 90% de la ingesta calórica en este tipo de dietas está dada por las grasas, y el aporte de hidratos de carbono es casi nulo. Se suele recomendar hacerlas por 28 días.
- Dieta del metabolismo acelerado: al igual que las anteriores se hace durante 28 días, a lo que definen como un ciclo. Cada ciclo contiene cuatro semanas, y cada semana se divide en tres fases. La fase 1, promueve la ingesta de granos y frutas; la 2, proteínas y vegetales alcalinos; y la tercera fase, grasas saludables (existe restricción de macronutrientes y determinados grupos de alimentos, dependiendo la fase en la que se esté).
- Dieta del ayuno intermitente: en este caso, se limita la cantidad de tiempo en el que se permite comer y tiene muchas variantes. Una de ellas se trata de consumir dos días a la semana muy poca cantidad de calorías (aproximadamente 500 kcal), y las jornadas restantes se come con “normalidad”. A esta modalidad se la llama “5:2”, debido a los días que se puede consumir más o menos alimentos. Este ayuno se puede hacer en días consecutivos o alternos y, según la bibliografía, los “beneficios” del sistema de implementación son diferentes. Por ejemplo, sostienen que hacerlo en días consecutivos propiciará el descenso de peso rápido. Otra de las opciones propuestas es la llamada “16:8” (se ayuna 16 horas y se consumen alimentos en las 8 restantes), lo que supondría una reducción diaria de 300 a 500 kcal. La gran pregunta, en este caso, es: ¿qué implica comer con “normalidad”?.
Estos son algunos de los ejemplos de dietas de momento con las cuales nos podemos encontrar. Para cada una de ellas caben ciertas preguntas que podemos considerar como fundamentales y donde radica el fundamento de su fracaso a largo plazo.
Dentro de esos cuestionamientos podríamos plantear, por ejemplo, ¿por qué 28 días y no para siempre?; ¿qué implica para cada uno comer con normalidad?; ¿qué tiene de beneficioso / perjudicial basar mi alimentación en grasas?; ¿cómo se sale de dichas dietas?; etc. Y es entonces cuando se recurre a la explicación de un profesional.
La tarea de responder se suele volver un tanto ardua y compleja, ya que se tiene que demostrar que no es saludable más allá que el paciente haya conseguido descender de peso de forma rápida y efectiva. Causa y efecto, resultado inmediato contra riesgos a largo plazo, toda una difícil tarea. Sin embargo, se puede entender desde el momento en que alguien llega a consultar a un nutricionista luego de estos procesos.
Las consecuencias de los tratamientos cortoplacistas aparecen, en general, cuando estas dietas se detienen y el peso regresa, en muchos casos a niveles más altos que al inicio del proceso.
Dependiendo cuál programa alimentario se haya seguido, se presentan ciertos problemas para la salud, tales como hipoglucemias, aumento de triglicéridos y colesterol, dolores de cabeza, cansancio generalizado, estrés, ansiedad, alteraciones hormonales, cambios en el humor, deficiencias nutricionales, elevada producción de cuerpos cetónicos, etc. Es por estos y otros preocupantes resultados que no es recomendable buscar soluciones sin asesoramiento profesional.
A modo de repaso, tengamos presente que las dietas más efectivas para la pérdida de peso rápido imponen restricciones severas como las anteriormente mencionadas, que no son compatibles con el concepto de saludables ni equilibradas, y no se pueden sostener en el tiempo.
Es lógico concluir entonces que no existe una dieta de momento que solucione los problemas de sobrepeso u obesidad a largo plazo y mucho menos que me proporcione hábitos saludables.
Para finalizar, me gustaría decir que sí existe una fórmula mágica de pocos pasos, pero que no es tan secreta ni reveladora: consultar a un nutricionista para que nos brinde un programa de alimentación adecuada a nuestro cuerpo y estado de salud; sumarle actividad física; y, como consecuencia, lograr cambios reales en el estilo de vida y de nutrición, con una buena educación de un profesional preparado para eso. ¿El resultado? ¡Éxito a largo plazo y una mejor calidad de vida!
Por Lic. Carolina Cordingley
Nutricionista (MP:2060)
@lic_cordingley