Índice de Masa Corporal, un parámetro insuficiente
Desde hace muchos años, se han utilizado como referentes dos medidas (peso y talla) para “establecer” una imagen de nuestra salud en general, a través del cálculo del llamado Índice de Masa Corporal (IMC)
Entonces, ¿Qué es el IMC? Se trata de una operación matemática, la cual clasifica a las personas en bajo peso, normo peso, sobrepeso o algún grado de obesidad. Y, ¿sólo tiene en cuenta el peso y la talla? Sí, así es y este hecho deja al descubierto la falencia de este indicador a la hora de evaluar a una persona en su totalidad. Como simples ejemplos, podríamos plantear que no contempla ni el sexo, ni la edad, ni el grado de actividad física, ni su historia personal con respecto al peso, etc. De esta forma, no podemos hacer una distinción entre masa grasa, masa magra y/o masa libre de grasa; impidiéndonos obtener un panorama de la composición corporal.
El Índice fue adoptado por la Organización Mundial de la Salud en el año 1997, como un estándar para evaluar los riesgos ligados a un peso insuficiente o excesivo. Han pasado unos 23 años desde entonces y, en ese tiempo, otros métodos comenzaron a difundirse permitiendo mejores diagnósticos sobre el estado de salud de una persona. Así y todo, el Índice de Masa Corporal es uno de los más consultados por los pacientes bajo premisas de índole “¿cuánto debería pesar para lo que mido?”, “¿cuál es mi peso ideal?”, o hasta utilizando el humor con el clásico “¿cuánto debo medir para el peso que tengo?”.
Si bien es una medición ampliamente difundida y utilizada, actualmente en el ámbito de la salud y más aún en la evaluación nutricional del paciente nos valemos de otros indicadores y medidas que nos proporcionan una mirada más amplia, independientemente de la relación existente entre el peso y la talla. Si tomamos como punto de partida los motivos por los cuales la OMS adoptó este indicador, entenderíamos que deberíamos usarlo sólo para poder clasificar a los extremos (bajo peso y obesidad, ya que valores de IMC excesivamente bajos o excesivamente altos, nos están diciendo con bastante probabilidad que hay un problema). Una vez entendido este origen y teniendo en cuenta que no es fiable tampoco para poder clasificar a la “normalidad”, siempre es necesario considerar cada caso, ya que tampoco es válido para todo el mundo.
Entonces, el IMC es un índice que deberíamos saber interpretar y que nos puede brindar solo una idea de cómo estoy de peso para lo que mido, si es que me interesa saberlo. Sin embargo, al no tener en cuenta el grado de actividad física de una persona los resultados pueden no ser últiles. Si ponemos como ejemplo extremo a un fisicoculturista, el cálculo de IMC seguramente nos dirá que se corresponde con la clasificación de Obesidad Mórbida debido a que su volumen corporal con respecto a su talla es muy elevado. Pero claro, es elevado a expensas de masa muscular por ende no es un índice valedero para esta población en particular.
Por otro lado, el método no hace distinción de sexo y sucede que, según las tablas, una mujer y un hombre que miden 1,60 mts. deberían tener el mismo peso ideal, lo cual no es cierto. Sumado a esto, los parámetros bioquímicos también quedan excluidos de este índice, por lo que podemos tener delante un paciente con un IMC dentro de los rangos establecidos para la “normalidad”, pero que sus parámetros bioquímicos o de laboratorio no se encuentren dentro de los valores aceptables. O, vicerversa, puede tratarse de una persona que se corresponda con la clasificación de sobrepeso y que todos sus parámetros de laboratorio se encuentren normales o dentro de los valores establecidos. Podríamos seguir sumando ejemplos de por qué no lo considero un Índice confiable para la evaluación del paciente, pero con esos ya tenemos un panorama.
Este índice aislado solo logra sesgar el diagnóstico sobre el estado físico de una persona, reduce la imagen que podemos tener de ella y deja afuera otros tantos aspectos que tienen relación directa con la salud en general. Ante esto, podemos utilizarlo para obtener una aproximación inicial de cómo nos encontramos de peso en relación a la talla, pero debe siempre acompañarse de otras evaluaciones. Por sí solo, expresa una muy pequeña parte del todo y podríamos llegarlo a utilizar como un complemento o dato adicional a un estudio real sobre el estado de salud de una persona.
Es de utilidad conocer mi composición corporal, no detenerme solo en la cifra que arroja la balanza sino ir más allá y poder ver qué porcentaje de esa cifra corresponde a masa grasa y en qué parte del cuerpo la tengo en mayor cantidad, ya que dependiendo de su distribución es la relación con el posible desarrollo de determinadas enfermedades crónicas, patologías cardiovasculares, etc. Deberemos sumarle a esto, la necesidad de conocer el porcentaje correspondiente a la masa magra, al tejido óseo y al agua corporal, entre otros.
En la actualidad, existen varios estudios no invasivos que nos dan los resultados sobre la composición corporal, siendo la antropometría la menos costosa y ampliamente más utilizada. Esta forma de chequeo es muy frecuente en el mundo del deporte, aunque también es válida para cualquier persona que quiera conocer su composición corporal y otras mediciones que se consideran predictivas de masa grasa, sin necesidad de hacer el estudio completo. Existen también balanzas digitales que, a grandes rasgos, hacen una diferenciación entre el porcentaje de masa grasa y el de masa muscular, a partir de determinados datos que la persona ingresa de forma manual y el peso que registra. Es una buena opción para tener algunos detalles, sin realizarme un estudio más específico y sin gasto económico adicional.
En resumen, el Índice de Masa Corporal es un indicador muy básico del que no podemos ni debemos fiarnos al 100%, sin tener en cuenta otros parámetros de mayor importancia como la grasa corporal y su distribución y la masa magra.
El gran peligro del IMC se presenta cuando le adjudicamos atributos que no se corresponden con la realidad. Clasificar a las personas exclusivamente en base a este resultado soslaya la importancia de la constitución física de cada individuo, independientemente de los hábitos de alimentación o del padecimiento de posibles enfermedades, ya que hay personas en las que su constitución física las hace tener un bajo peso para la talla o tener sobreperso sin que esto implique riesgo alguno. En definitiva, la sensibilidad del índice es muy baja.
La sencillez de calcularlo por estar al alcance de todos, nos da la sensación que cualquiera puede tener un resultado, sin embargo es claro que no todo el mundo sabe interpretarlo, relacionarlo a otros datos y desglosar el peso en sus componentes. Para esto, se necesitan determinados conocimientos y equipamientos y la mejor opción, como siempre, es consultar a quienes nos dedicamos a la nutrición que les brindaremos un análisis real y acertado para iniciar el cambio en pos de una buena salud.
Por Lic. Carolina Cordingley
Nutricionista (MP:2060)