La industria conservera con pleno empleo, magrú fresco y mayores certezas
Por Roberto Garrone
La industria conservera en Mar del Plata supo de mejores días que lo que muestra este presente, resumido en cinco firmas comerciales que todavía cocinan pescado en autoclave y solo o acompañado de aceite o salsa de tomate, llenan latas de distinto tamaño.
La Campagnola, Pesquera Veráz (Marechiare), Natusur (Pennisi), Marbella y Grecco (Puglisi) animan a un sector productivo que emplea a más de 450 obreros registrados entre efectivos y temporarios, y algunos tercerizados y precarizados en cooperativa.
El sector viene de padecer los últimos cuatro años con cierre de algunas empresas, aluvión de latas importadas, caída del consumo en el mercado interno, irregular acceso a la materia prima a partir de la migración de buques a pescar langostino a la Patagonia. Y cuando había oferta de pescado fresco, para muchos fue imposible hacer stock porque las tasas de financiamiento superaban el 70%.
“No ganabas para pagarle a los bancos”, recuerda Alejandro Pennisi aquellos días que parecen haberse evaporado del horizonte y ahora luce mucho más despejado. El industrial de Natusur y presidente de la cámara que agrupa a las empresas del sector, reconoce que respiran otro aire.
La última ayuda del gobierno de Cambiemos casi se convirtió en un salvavidas de plomo. La licitación de 2,4 millones de latas de conserva de merluza para comedores terminó en un problema sanitario. La merluza tiene un parásito, el Anisakis, que muere al congelarse y al cocinarse. Acá pasó por los dos procesos.
Sin embargo en Desarrollo Social desconocían de parásitos en la hubbsi y cuando controlaron algunas latas de las partidas compradas, descubrieron el Anisakis y pararon los pagos. Algunas empresas terminaron de cobrar hace unos meses.
Hoy todo aquel lío quedó como una anécdota que genera una sonrisa en los industriales conserveros. Hoy trabajan en meses de invierno que en otros tiempos eran de pago de garantizado. Eso fue posible a partir que la flota costera de Rawson saliera a pescar anchoíta patagónica. Un recurso más grande y de mejor calidad que la anchoíta bonaerense.
Ese pescado llego en camión a Mar del Plata y tuvo dos objetivos: llenar latas de sardinas y en otros casos, destinarlas al salado para exportar algunos tambores a España, donde la cuarentena disparó las ventas de latas y han tenido que ordenar compras de este lado del océano.
Acá también hubo un comportamiento parecido. Pesquera Veráz vendió medio millón de latas sólo en el primer trimestre. La conservera proyecta vender 4 millones de latas de 380 gramos este año, un 100% más que hace dos años.
Veráz tiene una ventaja que las otras conserveras no. Cuenta con flota propia. El año pasado el “Centauro 2000” le permitió disponer de magrú. Este año aprovechó el calamar que aportó el “Argentino”.
La anchoíta patagónica ya dejó de venir dese el sur. Aunque acá intentaron sumar algunos kilos más los últimos viajes encontraron un recurso de inferior calidad y los últimos que la salieron a buscar ya no la encontraron.
Igual la flota costera comienza a mirar el langostino en aguas nacionales como nueva especie objetivo. Le falta acordar con el SOMU el ajuste paritario. El gremio pide llevar de 21 a 28 pesos el cajón y volver a conversar en noviembre. Los armadores ofrecen ese valor pero extender la vigencia hasta marzo del 2021.
Pero la falta de anchoíta no resintió la actividad en las conserveras. El magrú comenzó a llegar a principios de mes con una media docena de barcos que armaron las redes para pelágicas y encontraron el recurso a un día de navegación al sur de Mar del Plata.
La estadística oficial marca que hasta la semana pasada se llevaban desembarcadas en Mar del Plata 1022 toneladas de magrú. La industria cree que al menos ya se reprocesó el doble. En agosto del año pasado se llevaban desembarcadas 434 toneladas.
Los barcos “Rocío del Mar”, “Veraz”, “Leal”, “Padre Pío”, fueron los primeros que se sumaron a la temporada. Luego se sumaron otros fresqueros de altura y costeros como el “Argentino”, “Fides Fe II”, “Carmelo A”, “Pucara”, “Júpiter II” y “Madonina del Mare”.
El precio arrancó en 64 pesos para los primeros viajes y ahora hace un par de semanas que se mantiene en los 55. Si se suma oferta quizás baje un poco, pero es un número que le sirve a la industria y sobre todo a los armadores. También a los que pescan merluza porque no hay tanta oferta de Hubbsi y pueden sostener el precio.
Hasta La Campagnola está comprando magrú para llenar latas con caballa en sus distintas variedades. La empresa controlada por Arcor redujo personal temporario en estos últimos años y también algunos efectivos. Sigue importando atún de Ecuador, como toda la industria, y se despejaron las dudas sobre su continuidad en el mercado.
En Natusur han incorporado nuevas maquinarias con el objetivo de unificar la calidad de la producción. En su planta de Irala pueden producir 100 mil latas de 380 gramos de caballa por día pero funcionando a pleno como ahora, producen la mitad.
El sector trabaja a pleno de lunes a sábado y con algunas horas extras. Greco, por ejemplo, convocó a trabajar el último feriado del 17 de agosto. Hay materia prima y es el momento de aprovechar para hacer stock y congelar un poco para cuando baje la provisión de materia prima.
El círculo virtuoso para el sector se completa con un incremento en la demanda. En el comienzo de la pandemia muchas empresas no tenían stock para hacer frente al aumento de ventas, pero los clientes limaron sus stocks y comenzaron a ordenar nuevas compras.
Después de atravesar una tormenta casi perfecta, la industria comienza a caminar sobre tierra firme. La pandemia generó demanda y la posibilidad de acceder a materia prima fresca le permitió ganar oxígeno. Si hay respaldo en financiamiento y promoción del consumo, debería alejarse de la terapia intensiva.