La letra chica de los alimentos
Hace algunas semanas, los ministerios de Salud y de Desarrollo Productivo y de Agricultura de la Nación reflotaron un tema que venía tratándose desde hace algunos años relacionado al etiquetado de los alimentos, el cual hoy es de recurrente consultas de los pacientes.
Durante el año 2018 dichos ministerios nacionales elaboraron informes sobre la cuestión donde se planteaba, mediante la exposición y análisis de distintos sistemas de etiquetados que se utilizan a nivel Mundial, cuál sería el mejor modelo para implementar en Argentina. Estos estudios se realizaron, por un lado, en base a la población argentina y, por otro, en base a lo que dice el Código Alimentario Argentino (CAA), con respecto a esta temática.
Para analizar el tema, antes deberíamos tener en cuenta determinados conceptos. ¿Qué es y para qué sirve el rotulado de alimentos? En este sentido el Ministerio de Agroindustria de la Nación en su publicación “Guía de rotulado para alimentos envasados” del año 2016, asegura que “el rotulado de alimentos es un instrumento de gran relevancia dada la creciente variedad de productos que se ofrecen, las modernas vías de distribución e intercambio y las múltiples formas de presentación y promoción, que aumentan el interés de los consumidores por conocer los productos que adquieren”. Además, el trabajo de la cartera nacional remarca que “el rotulado de los alimentos envasados procura orientar al consumidor en la decisión de compra a través de la declaración de información relevante, evitando que se describa al alimento de manera errónea, de modo de velar por la protección del consumidor. Por lo tanto, la información provista en los rótulos debe ser simple y de fácil comprensión, a fin de favorecer la interpretación de las propiedades de los alimentos, y consecuentemente, tomar decisiones más acertadas y adecuadas en la adquisición de estos productos”. En tanto, el Capítulo Nº 5 del CAA, detalla la reglamentación para el rotulado de los alimentos envasados, particularmente en relación al Mercosur.
Entonces, tal y como se expone en esta guía, un rótulo es toda inscripción, leyenda, imagen o toda materia descriptiva o gráfica que se haya escrito, impreso, estarcido, marcado, marcado en relieve o huecograbado o adherido al envase del alimento y tiene por objeto suministrar al consumidor información sobre características particulares de los alimentos, su forma de preparación, manipulación y conservación, su contenido y sus propiedades nutricionales.
Teniendo en cuenta lo mencionado, visualicémonos en el supermercado/almacén o donde solemos hacer las compras queriendo leer la extremadamente pequeña letra que aparece en los rotulados. Supongamos que llegásemos a leerla porque la vista nos lo permite, deberíamos tener la capacidad de poder interpretar eso que dice, saber qué son esos nombres, a qué hacen referencia, etc.
Quizás el sistema que hoy tenemos de rotulado de alimentos, lejos de cumplir con su función de aclaratorio como lo establece el CAA, son poco claros y en muchos casos confusos. A raíz de esto es que a nivel mundial se comenzaron a buscar formas de rótulos o etiquetados que hagan más fácil la lectura y que realmente lleguen a cumplir la función de informar.
Nacen entonces los llamados “etiquetados frontales de alimentos” que tienen por objeto, mediante la forma, colores, tipografía, etc, resumir y aclarar aquello que nos resulta trabajoso leer, en cuanto a las propiedades de esos alimentos. Es lisa y llanamente, un sistema de advertencia funcional orientado para que los consumidores del producto sepan si el mismo tiene grasas saturadas, exceso de sal y/o azúcar y/o calorías. Es, probablemente este punto, donde se diferencia de lo establecido por el Código Alimentario Argentino, ya que el mismo regula el rotulado de los envases en cuanto a cuestiones que dejan por fuera la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles que son causadas junto a estilos de vida no saludables debido al excesivo consumo de determinados nutrientes. En particular, en Argentina se piensa en el etiquetado frontal mediante la utilización de octógonos de color negro (el mismo que actualmente se utiliza en Chile).
Imaginándonos el escenario propuesto por esta nueva forma de rotulación de alimentos, les presento la siguiente situación: entramos a un supermercado y comenzamos a recorrer las góndolas, mirando los productos alimenticios que en ellas se encuentran. Siguiendo esta línea de pensamiento, la mayoría de los productos envasados que veamos van a tener esa etiqueta o rotulado frontal de color negro con la advertencia, ya que no existe un alimento que se considere perfecto. Esto podría generar que la advertencia pase a ser algo cotidiano y que, con el tiempo, dejemos de prestarle atención y dejemos de darle importancia. Entonces, aquello que supuestamente nos haría tomar mejores decisiones en cuanto a la compra o no de los productos, podría terminar siendo solo un adicional del envase.
Resumiendo este escenario cotidiano, con este clase de etiquetado se nos presentarían dos situaciones: por un lado, una primera reacción en el consumidor “demonizando” los productos por ese etiquetado; y, por otro lado, eso que debería llamarme la atención pase a ser un aditivo más de color al envase el cual deje de generarme ese impacto visual y la consecuente acción de compra o no que se pretendía.
El nuevo sistema debería encontrar los caminos para que el consumidor tenga las herramientas necesarias y hacer una libre elección del producto con la información necesaria, en función de sus necesidades. Es decir, conseguir el objetivo original de esta acción. Claro, no es solo la etiqueta en un envase, sino que para lograr el fin buscado se necesita de un gran trabajo de educación alimentaria de la población, de la cual carecemos y no está propuesto en estos proyectos.
Como suelo mencionarles, todos los alimentos pueden formar parte de nuestra dieta (a no ser que exista una patología de base que no lo permita). Siempre en la medida que asegure una alimentación equilibrada en todo sentido, con variedad de ingesta y nutrientes.
Retomando el tema de esta columna, existen varias formas de etiquetado frontal de alimentos. En algunos países el uso de este tipo de rotulado es obligatorio como en México, Chile y Ecuador, siendo distintas las formas en cada uno de ellos. En Ecuador, por ejemplo, utilizan el sistema de los colores del semáforo: cada uno de los 3 colores hace referencia a una clasificación, que se establece por la cantidad de azúcares, grasa y sal que contiene cada 100 g o 100 ml de producto. “ALTO” contenido, en rojo; “MEDIO”, en amarillo; y, “BAJO”, lógicamente en verde. En México, por su parte, se utiliza el modelo “GDA monocromático” el cual cumple con la declaración de los siguientes nutrientes en el siguiente orden de izquierda a derecha: grasa saturada, otras grasas, azúcares totales, sodio y energía, contenidos por envase. En Chile, en cambio, el sistema utilizado es el de octógonos de color negro con letras blancas que indican si un alimento es alto en azúcares, grasas saturadas, sodio y/o calorías.
Asimismo, en el Informe denominado “Rotulado Frontal”, elaborado por la Subsecretaría de Comercio Interior, la Secretaria de Agroindustria y el Ministerio de Trabajo y Producción de la Nación, comentan que no está comprobado que una advertencia frontal que remarque el exceso de un nutriente mejore la calidad de la alimentación de las personas. Por el contrario, se corre el riesgo de “demonizar” ciertos alimentos. Principalmente, teniendo en cuenta que establecer la obligatoriedad de colocar un alerta en un rotulo podría ser un condicionante de la compra, pero no sería motivo suficiente para que el consumidor comprenda el motivo de la misma. Para ello, sería necesario mejorar la educación alimentaria de la población para que pueda tomar decisiones más informadas. Por otro lado, cabe destacar que estas advertencias están realizadas en base al producto final y no a los ingredientes en particular.
Esto nos hace pensar que cualquiera sea la forma de colocar un etiquetado frontal en los alimentos, es necesario que se implementen otro tipo de medidas como la educación alimentaria, orientación/educación al consumidor, mejorar la gráfica de composición nutricional que actualmente se encuentra en los envases para hacerla más legible y entendible, entre otras cuestiones. De esta forma, entiendo que se lograría el efecto deseado en los consumidores y al etiquetado frontal sería una información complementaria, aclaratoria y resumida de lo que realmente es la composición del alimento.
No es fácil actualmente leer e interpretar un rotulado nutricional en los alimentos envasados y creo que quienes nos tomamos el trabajo de querer hacerlo muchas veces fracasamos en el intento por el tamaño de la letra, la disposición del mismo en el envase, el color y tipografía del mismo, como así también en la lectura de la tabla de composición nutricional, por lo que es evidente la necesidad de un rotulado frontal en el caso de sostenerse el sistema actual. Considero que implementar esta metodología solo con el color negro no es funcional al objetivo, más aún que casi todos los alimentos lo tendrán en su envasado. Sería interesante probar con otros métodos como el de hacer diferencias con colores, tal como hace México con su “semáforo”. Esto sería más gráfico, pudiendo también resaltar cuestiones beneficiosas de dicho producto y no solo los “excesos” de su composición final.
Tengamos presente que con los datos que actualmente se brindan en los rotulados de los alimentos, podemos hacer una evaluación del mismo en cuanto a si puedo/debo consumirlo y con qué frecuencia. Probablemente, podrían consultarnos a quienes nos dedicamos a educar en materia de nutrición qué es lo que expresa, por ejemplo, la columna que dice “% VR” o indagar con que nombres puede aparecer un nutriente, etc.
Finalmente, quisiera agregar que, cualquiera sea el método que se implemente de rotulado frontal en los alimentos, debe haber una adecuada educación para la población sobre cómo deben interpretarse los mismos. Si no instruimos de forma correcta a quienes serán los receptores de dicho cambio, seguiremos incurriendo en errores de interpretación y no se alcanzarán los objetivos para los cuales se decide la modificación.
Por Lic. Carolina Cordingley
Nutricionista (MP:2060)
@lic_cordingley