Lorena Romanín regresa con “Como si pasara un tren”, una obra que “es un reflejo de lo universal y lo personal”
Se presentará este sábado en el Soundroom de Chauvin. La autora y directora se mostró muy contenta con esta pieza que viene recorriendo los escenarios del mundo desde hace una década.
Lorena Romanín, autora y directora, regresará este sábado 19 a la ciudad con la premiada obra Como si pasara un tren: será en el Soundroom de Chauvin (San Luis 2849), una sala que brinda “un espacio contenido” para una obra que tiene, a decir de su creadora, “una potencia emocional que trasciende fronteras. Es una obra que creció, se soltó y sigue viva. Un reflejo de lo universal y lo personal”.
Como si pasara un tren es una obra que está a punto de cumplir una década y se ha convertido en un texto muy exitoso. “El público la recibe con risas y emoción; la obra conecta profundamente. Es un placer. Por ejemplo, el año pasado estuvimos un mes en Barcelona. Es sorpresivo que siga moviéndose después de tanto tiempo. Nos ha dado tantas satisfacciones y gusta tanto que siempre es una alegría volver a ella”, destacó en diálogo con El Marplatense.
La pieza habla de temas universales, como los vínculos familiares y la experiencia de habitar espacios que no se sienten propios, temas que resultan muy propios para Romanín: “La escribí poco antes de estrenarla en 2015. Había sido mamá en 2013, y eso marcó la obra. Me identifico con los tres personajes: con la madre, por los miedos que surgen al tener un hijo; con el adolescente, que todos llevamos dentro; y con Juan Ignacio, por su sensibilidad”.
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Sin embargo, la autora señaló que “no es literal; por ejemplo, en la obra hay un padre ausente, pero el mío es presente, y mi madre falleció, aunque en la obra eso no pasa. Es como los sueños: la cabeza ordena las realidades de forma no literal, pero todo tiene que ver conmigo”.
-¿Reflexionás sobre cuánto de lo personal hay en tu creación o simplemente creás?
No me interesa interferir al inicio. Creo que pensar demasiado puede hacer que la obra sea muy mental. No me gusta arrancar con un tema de agenda. Prefiero dejar que salga lo que tiene que salir y luego ordenarlo con metodología, asegurándome de que las líneas narrativas cierren.
-Han pasado casi 10 años desde el estreno. ¿Cómo han cambiado los vínculos que inspiraron la obra?
Mi relación con mi hija cambió porque ahora tiene 12 años y está en esa etapa de despegue. Es un momento de encuentro y desencuentro, entre grande y chiquita. El miedo que sentía cuando era bebé, de que algo pudiera pasarle, es menos intenso ahora. También me siento más adulta; cumplí 50 a fin de año, estoy más lejos de mis 20, aunque a veces me sienta de 30 y pico”.
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-¿Tu relación con la obra también ha evolucionado?
Al principio querés controlarlo todo, como ponerle un tutor a una planta. Pero la obra crece, toma vida propia, y la soltás más. Estrenar es soltar, y con el tiempo confías en su madurez. Ha tenido cambios de elenco, pero siempre con gente talentosa, lo que la mantiene viva.
-La obra aborda el desarraigo, estar en un entorno que no es el tuyo. ¿Eso conecta con tu experiencia?
Muchísimo. Soy de Capital, pero de chica me mandaban al campo con mi papá, un lugar que parecía fuera del mundo. De adolescente, iba a Mercedes, a lo de mi tía. Pasar de la crudeza de la ciudad, con vínculos complicados, a ese ritmo tranquilo, donde había tiempo para un mate o charlar, era un alivio. El personaje de la prima, que llega al pueblo porque su madre la manda tras encontrarle un porro, refleja eso. No está contenta de llegar, pero el contacto con su tía y su primo la transforma. Ese contraste entre capital e interior, aunque a veces estereotipado, tiene algo de verdad en los ritmos.
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