Luciano Cáceres: “Si pienso en el fin de mis días, me los imagino en Mar del Plata”
El actor regresa con “Muerde”, la obra que se convirtió en un éxito con el que ha recorrido el mundo. “Cuando leí el texto, me conmovió al instante”, confesó.
Luciano Cáceres, actor y director de la aclamada obra Muerde, que se presentará hoy y mañana en la Sala Piazzolla del Teatro Auditorium (Boulevard Marítimo 2280), en una ciudad donde se siente muy a gusto: “No quiero caer en el lugar común, pero si pienso en el fin de mis días, me los imagino en Mar del Plata”.
Cáceres comenzó evocando su vínculo con Mar del Plata, una ciudad que marcó su infancia y su carrera. “De chiquito, nos prestaban un lugar para vacacionar en la zona de Camet, cuando era casi campo. Tengo 48 años, y esas vacaciones me dejaron un recuerdo imborrable”, relató. Su trayectoria profesional también está ligada a la ciudad, con temporadas teatrales exitosas, incluyendo obras como El ardor y 40 días, 40 noches, dirigidas por él.
Sin embargo, fue Muerde la que desencadenó un fenómeno inesperado. “Estrenamos en una salita pequeña de Buenos Aires, y Dany Mañas, nuestro productor asociado, vio el espectáculo y propuso hacer temporada aquí. Lo llevamos al Chauvin, y explotó: llenamos todas las funciones, con dobles diarias. Eso encendió una llama que nos abrió puertas en Argentina y giras internacionales en Madrid, Nueva York, Los Ángeles y Miami”, explicó.
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El éxito de Muerde no sólo consolidó su presencia en Mar del Plata, además fue declarada de interés cultural y turístico en la ciudad, un logro que Cáceres celebra: “Mar del Plata es una ciudad teatral, con un público exigente y una movida cultural que no se detiene en el verano. Me siento muy a gusto aquí. No quiero caer en el lugar común, pero si pienso en el fin de mis días, me los imagino en Mar del Plata”.
Sobre Muerde, escrita por Francisco Lumerman, Cáceres reveló qué lo atrapó del personaje de René, un hombre con la mirada de un niño de 10 años, marcado por el abandono. “Cuando leí el texto, me conmovió al instante. La primera imagen que tuve fue de mi infancia, acompañando a mi madre, que trabajaba en asistencia social en barrios carenciados. Veía a chicos de mi edad, con mocos, y le preguntaba por qué ellos estaban así y yo no. Ella me explicó que yo tenía una madre presente. Esa imagen del abandono naturalizado, de un niño con moco, fue el germen de René”.
El personaje, que vive en un pueblo rural donde es explotado por su ingenuidad, refleja una dualidad entre su cuerpo adulto y su mente infantil. “Es un tipo grandote, como yo, pero con la mirada de un niño que no ve la maldad del mundo. Todos hemos sentido alguna vez ser diferentes o abandonados, y eso hace que René conecte con el público”, afirmó Cáceres.
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El trabajo con Lumerman, autor y director de Muerde, fue descrito por Cáceres como un proceso natural y colaborativo. “Llegué al primer ensayo con el texto aprendido y propuse 30 minutos de corrido. Eso marcó la potencia del material. Fue un trabajo en equipo. Aunque estoy solo en escena, estoy muy bien acompañado técnicamente”, destacó.
La conexión emocional de Muerde con los espectadores es innegable. Cáceres relató que, tras las funciones, muchos se acercan a compartir historias personales. “En Chauvin, la madre de Guido, dueño del teatro, que trabaja en asistencia social, me dijo que la historia de René le recordaba a los chicos que ve todos los días, abandonados emocional y económicamente. La obra toca porque habla de la soledad y la diferencia, algo universal”, afirmó.
Esta capacidad de generar empatía y reflexión es, para Cáceres, una de las fortalezas del teatro: “Busco un espectador activo, inteligente, que saque sus propias conclusiones. Mar del Plata tiene ese público potente que no necesita explicaciones”.
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Por otra parte, al reflexionar sobre el rol del teatro independiente, Cáceres subrayó su importancia en un contexto donde lo audiovisual enfrenta dificultades. “El teatro es un lugar de resistencia para contar nuestras historias, presentar a nuestros artistas y mantener viva la cultura. Es un ritual milenario, mágico, donde el público entra en una convención, se vuelve cómplice y cree en el juego de la escena. La cultura no es un gasto, se retroalimenta con otras industrias. El cafecito antes de la función, la visita al teatro después de la playa: todo suma. Que Mar del Plata reconozca esto con Muerde es un mimo enorme”, concluyó.
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