Negocio en baja y el SOMU decidido a redoblar la apuesta con destino incierto
Por Roberto Garrone
La idea de este domingo era exponer los últimos datos de exportaciones que encerró el último informe de Coyuntura que elabora Pesca Nación con las cifras de desembarques a mayo y las exportaciones del primer cuatrimestre.
Los desembarques cayeron el 8% en el comparativo de los primeros cinco meses del 2019. Fueron 316 mil toneladas, con altas y bajas. El calamar creció casi el 40% y ayudó a maquillar las cifras por la caída en las capturas de merluza (28%) y langostino (27%). Aunque hubo menos merluza porque muchos fresqueros pescaron más illex, una especie de mayor valor comercial en muelle que la hubbsi.
Las exportaciones pesqueras en el primer cuatrimestre se redujeron un porcentaje parecido: 8,5% en volumen, con 161 mil toneladas comercializadas pero con una reducción en divisas de 13,3%. Ese mismo guarismo bajó el volumen exportado de langostino, aunque fue más brusco el descenso en divisas, con una caída del 21%.
Pero al cierre de la columna se esperaba con ansiedad que desde el SOMU oficializaran en un documento el paro total de actividades en la flota pesquera que comenzaría a partir de mañana lunes. La medida implica subir de apuesta en la escalada de cortocircuitos que atraviesan con las cámaras armadoras de buques tangoneros congeladores y su intención de pesificarles valores de producción que figuran dolarizados en el convenio colectivo.
Las intenciones de la medida de fuerza fueron anticipadas el mismo viernes luego de la audiencia virtual que mantuvieron con representantes de la patronal y el Ministerio de Trabajo, donde cada uno mantuvo su postura y desde la cartera no mostraron mucho esfuerzo por intentar que la situación se resuelva.
Si en verdad se concreta el anuncio sindical y se paraliza toda la actividad pesquera entramos en un callejón cada vez más angosto y peligroso. No porque las empresas con barcos tangoneros tengan miradas reprobatorias del resto de sus pares por desencadenar esta crisis.
Creo que las mayores presiones caerán sobre los propios dirigentes sindicales. Ya había marineros que entendían la postura sindical pero viendo la cerrada actitud de las empresas de no mover los barcos, preferían salir a pescar aunque sea ganando lo mismo que el año pasado y no perder una temporada que no se extenderá más allá de octubre.
El SOMU tendrá sus razones para generar este llamado de atención. Hace lecturas que uno no alcanza a comprender o busca un espacio de negociación para avanzar en un acuerdo. Porque a los más de 2 mil tripulantes que no han salido en los tangoneros congeladores, ahora arrastran a un conflicto a trabajadores que hasta ahora miraban de costado la evolución de la crisis mientras seguían trabajando. Y no solo a marineros, sino también a otros gremios como el SIMAPE y los de oficiales.
En este escenario que está a punto de desplegar el SOMU resulta muy difícil que los que cobran 100 mil pesos por marea, como los marineros que van al langostino fresco, se solidaricen con los que cobran 3 veces más. Por más que luchen por su convenio. Que queda para los que van a merluza por mucho menos que ambas cifras o los costeros que salen a variado o corvina.
En el SOMU quizás adviertan en las asambleas en que le toman el pulso al humor de las bases que ellos tampoco tienen grietas como la patronal y todos están unidos en mantener en alto el lema con el que resumen esta lucha: el convenio no se toca. En el sindicato están convencidos que si resignan esta bandera, las empresas van por todas las otras.
Se descuenta que las cámaras empresarias, las afectadas por la medida de fuerza, pidan la conciliación obligatoria y se abra un paréntesis que permita encontrar un interlocutor capaz de interceder para que las empresas saquen a pescar sus tangoneros congeladores.
Y las empresas no sacan sus tangoneros por los números que anticipamos líneas arriba: caída de precio internacionales del principal producto que exporta esta flota, que es el langostino entero, acumulación de importantes stocks en cámaras frigoríficas, al menos en la Patagonia, y un mercado internacional que no muestra mucho interés en renovar pedidos.
Una tormenta perfecta que sin embargo no conmueve al SOMU, donde se quemaron varias veces con la leche y el llanto de los empresarios y ahora ven la vaca y una realidad con pocas fisuras para refutar, y se mantienen inmutables: el convenio no se toca.
¿Y si no se toca el convenio y se escribe un acta cuyo contenido y valores se borran cuando termina el año? Digo, una idea como para salir del pantano… Sería recordada como Acta Covid 2020, no dejaría conforme a nadie pero así son los buenos acuerdos.
Porque el contexto le juega a favor a las empresas. En estas condiciones si vieran un negocio en salir a pescar ya hubiesen salido. Hoy hacen negocio, o muchos al menos, con los barcos amarrados. Tienen espalda y langostino congelado donde capear la tormenta.
Alguien en el gremio debería evaluar cuál es su negocio esta temporada. No resignar el convenio pero sí la temporada, perder la chance de trabajar los 4 meses que quedan… Es una decisión tan válida como arriesgada. Y que indefectiblemente tendrá consecuencias.
Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.