OJO POR OJO Y TODOS NOS QUEDAREMOS CIEGOS
o aquellas desventuras argentinas que hace tiempo abolió la pena de muerte.
Desde el punto de vista jurídico, la pena capital no puede ser instalada en la Argentina a menos que modifiquemos la Constitución y denunciemos tratados internacionales, como el llamado Pacto de San José de Cosa Rica.
"No se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido" tiene en nuestro país rango constitucional a la luz de la Reforma ocurrida en el año 1994.
Puesto así, las desafortunadas y espontáneas expresiones en sentido contrario, tropiezan al menos con un escollo importante. Las sociedades en su evolución a formas más civilizadas de vida -con muchos muertos y sangre mediante - hemos sabido construir un cobijo en pos de un mundo mejor.
Quienes pensamos que la pena capital es un retroceso solemos argumentar, tomando las palabras de Albert Camus que "Se trata de un sentimiento, particularmente violento, no de un principio. El Talión pertenece al orden de la naturaleza y del instinto (...) Si el crimen pertenece a la naturaleza humana, la ley no pretende imitar o reproducir tal naturaleza. Está hecha para corregirla."
Amén de todas las consideraciones, jurídicas, filosóficas y de humanidad hay otro argumento de peso, la pena capital ha demostrado su perfecta inutilidad a la largo de todo el mundo y genera una escalada violenta en sentido contrario con la realización de la paz social.
No podemos institucionalizar la venganza y menos asumir el riesgo del error y su irreversibilidad frente a la muerte aplicada desde la pena que no tiene manera de corregirse.
Hasta aquí, como dice la canción nos sobran los motivos, para sostener la estructura constitucional del Estado Argentino en la materia.
Aclarado este aspecto, el presente nos golpea con la muerte en forma constante y ello obliga a repensar la dramática realidad.
Pretendo escapar de todo análisis maniqueo. No soy afecto al mundo binario que se nos ha instalado: Peronistas- antiperonistas; River-Boca; unitarios- federales, víctima - victimarios y tantas otras, que nos conducen a las reiteradas grietas en las que nos sumergimos.
No hace tanto tiempo el Padre Pepe frente al debate de la despenalización en materia de estupefacientes, nos enseñaba que en determinados lugares de nuestra argentina profunda, el mundo de la droga estaba fuera de los alcances del Estado, con la secuela de tragedia, dolor y muerte que ello representaba para miles y miles de jóvenes.
Esa imagen lustra. Más allá de todo precepto normativo, hemos emprendido socialmente un camino hacia al abismo.
Vengan de donde vengan, valorar, disponer y naturalizar la muerte violenta y las violencias en todos los órdenes, no admiten justificaciones. Nada soluciona, nada devuelve, nada restaura. No hay justicia, paz, seguridad que se sustente bajo las voces del Viva la Muerte.
Ya lo dijo Gandhi, ojo por ojo y todos nos quedaremos ciegos.
Mg. Alberto Fabián Rodríguez
- Docente Facultad de Derecho
- Secretario de Comunicación
- Universidad Nacional de Mar del Plata
Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.