¿Quién es Sean Baker?, el rey del cine independiente que llegó a la cima de Hollywood
El director, una figura respetada en el circuito del cine más marginal, comienza a llamar la atención de los grandes productores. Un camino trazado con personalidad y algunas crisis personales.
Puede que para el cinéfilo más duro el nombre de Sean Baker sea totalmente conocido y su triunfo en la última entrega del Oscar con la excelente Anora haya sido la aceptación del mainstream de su talento. Pero para el público masivo, el que consume películas que están por fuera del radar que el director ha explorado hasta el momento, es sin dudas un gran extraño. ¿Quién es ese hombre simpático que subió al escenario con la tranquilidad de quien va a desayunar un martes y sin el glamour y la pomposidad habitual de los ganadores?
Primero un dato anecdótico, de esos que les gustan a los que adoran las estadísticas en las entregas de premios. Con el triunfo de Anora en los rubros de Mejor Película, Dirección, Guión Original y Montaje (además de Actriz, obvio), Baker ingresó a un club exclusivo que hasta el momento sólo integraban nombres tan disímiles como Walt Disney y Bong Joon-ho: el de las personas que ganaron cuatro Oscars en la misma ceremonia. Imaginen que Alfred Hitchcock ni siquiera ganó uno.
Disney lo hizo en 1954, cuando la división de rubros era diferente y se les daba un fuerte impulso a los cortometrajes: ganó por Mejor Cortometraje de Animación, Mejor Cortometraje Documental, Mejor Cortometraje de Dos Rollos y Mejor Largometraje Documental. Hubo que esperar 66 años hasta que el gran creador de cine animado tuviera un acompañante en ese club, cuando en 2020 Bong Joon-ho logró la osadía de ganarle a Martin Scorsese y Quentin Tarantino con Parásitos los Oscars a Mejor Película, Mejor Películas Internacional, Mejor Dirección y Mejor Guión Original.

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El triunfo de Baker es casi como un cuento de hadas, esos con los que coquetea en sus ficciones agridulces sobre personajes marginales que como pueden persiguen su objetivo. Anora, lo dicen enfáticamente sus personajes, es una suerte de reverso de Cenicienta. O, más bien, la imposibilidad de su concreción. La historia de una prostituta que conoce al hijo de un magnate ruso y que vive la vida de lujo y hedonismo hasta que el sueño se termina. Y lo hace con pasajes turbulentos en los que la película va cambiando de género y descolocando al espectador. Es por un lado su película, si se quiere, más convencional (dentro de lo que puede ser convencional el mundo de Baker) y a la vez la más imprevisible.
Los cuentos de hadas ya estaban de alguna manera en otra de sus historias, Proyecto Florida, donde por primera vez alcanzó el interés del público masivo y hasta contó con una estrella del calibre de Willem Dafoe. El actor estuvo nominado al Oscar por su trabajo, en lo que significó la primera demostración de que el mainstream ya había visto el cine singular de Baker y comenzaba a prestarle atención. La estupenda Proyecto Florida seguía a una hija y una madre que vivían en un hotel, cerca de Disneyworld, pero del otro lado, del lado de los marginales y de los que nunca tendrán acceso a ese mundo de sueños.
Si los temas de las películas de Baker parecen lo suficientemente arduos como para impresionar a un espectador sensible -marginalidad, adicciones, prostitución- a no preocuparse, estamos ante uno de esos directores a contramano del cine actual, ganado por la misantropía y el desprecio por la humanidad, cómodamente ubicado en un lugar de distancia lo suficientemente canchero como para ganar el favor de un espectador cínico. Para Baker acercarse a esa marginalidad no es una herramienta para exhibir el horror y mostrarse por encima, sino para ponerse en el lugar de un igual, sin embellecimientos falsos ni romanticismos patéticos. Busca el verismo pero sin dejar de demostrar que está enmarcado en una ficción cinematográfica con sus resortes dramáticos y recursos de guión. Hay que decirlo, Baker es una rara avis: filma casi exclusivamente lo que conoce.

Y vaya si conoce ese mundo. En una entrevista reconoció que hacia fines de los 90’s fue adicto a la heroína: “Tuve problemas con las drogas, fui adicto a la heroína a finales de los noventa, cuando yo era un veinteañero. A veces me asusto cuando me doy cuenta de que me acerco demasiado de nuevo a esos mundos”, comentó antes de agradecer a Narcóticos Anónimos por ayudarlo a salir adelante. Y, claro, del cine, que posiblemente haya sido una herramienta para exorcizar esos demonios. Por eso se entiende también su forma comprensiva de acercarse a esos universos que para otros serían mundos ruines llenos de suciedad y para Baker son espacios hasta claros y diurnos. Pocos directores filman el cielo y la luz como él en el cine actual.
Incluso, para los fanáticos de la tecnología, Baker fue uno de los primeros en filmar películas con celulares, como Tangerine, que fue rodada con tres teléfonos móviles IPhone 5. Un detalle que surgió de los problemas de producción y presupuestarios que venía acarreando, pero que por otro lado fueron una gran elección estética para contar la historia de una prostituta transexual que busca al proxeneta que le rompió el corazón.
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La carrera de Baker comenzó en 2000 y en 2004 llamó la atención del circuito independiente con Take out, la historia de un inmigrante ilegal chino que tiene una fecha límite para pagar una deuda. Pero le llevaría unos años más comenzar a escalar en el plano internacional. En Argentina su figura fue conocida gracias al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que en 2012 puso en Competencia Internacional a Starlet y en 2015 a Tangerine, que ganó precisamente el premio a la fotografía otorgado por la Asociación de Directores de Fotografía (ADF). Fue el comienzo del despegue de su carrera.
El triunfo en el Oscar fue sumamente importante para las aspiraciones del director, pero también presenta una incógnita: ¿se verá tentado por un mayor presupuesto a hacer otro tipo de cine? ¿Qué historias contará en el futuro? ¿Por dónde seguirá su cine? Si sirve como ejemplo, un éxito parecido en la última década lo tuvo Barry Jenkins con la independiente Moonlight y terminó dirigiendo Mufasa para Disney. Por la personalidad de Baker dudamos que vaya a suceder algo parecido, aunque en el mundo de los sueños -y las pesadillas- de Hollywood todo puede suceder.
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