Salida pesificada y anchoíta patagónica en Mar del Plata
Después de reuniones virtuales, presenciales, negociaciones multitudinarias, de la mesa chica, propuestas, contraofertas, avales, rechazos y asambleas varias, que demandaron 4 días intensos y agotadores, hubo paz entre los armadores pesqueros de buques tangoneros congeladores y los dirigentes del Sindicato de Obrero Marítimos Unidos (SOMU), bajo el paraguas conciliador que desplegó el Ministerio de Trabajo.
El SOMU podrá decir que con el acuerdo se mantuvo el espíritu del convenio colectivo, pero eso nunca estuvo en juego. La patronal logró su objetivo: pesificar la escala dolarizada por producción que tienen los marineros por pescar, clasificar y congelar en cajas de dos kilos el langostino entero.
Si bien no se alteran los valores, la moneda estadounidense para el marisco pasó a tener un valor tope de 65 pesos hasta fin de año. Es posible que el valor de exportación no despegue, aunque en los últimos días hubo envíos a Italia con un leve aumento, pero se descuenta que el peso se devaluará en los próximos meses.
Si bien hubo actualización también de los básicos que se pagará en dos cuotas, la patronal se llevó una yapa. Por cada dólar a ese nuevo valor, 43 será como suma remunerativa y el resto se computará como no remunerativo. Es decir, en parte lo paga con lo que se ahorra de cargas sociales y previsionales.
Desde la vereda empresaria aseguraban que no había euforia por haber podido acordar e izar la bandera blanca con el sindicato. Un sabor agridulce imperaba en el grupo de whatsapp que hilvana actores patagónicos con algunos marplatenses.
Piensan que si el gremio hubiese entendido antes y mejor el panorama adverso que enfrentaban las empresas, no se hubiese perdido un mes de temporada. Si hacen autocrítica deberán advertir que comunicaron muy mal la crisis y alguno de los capítulos más desagradables podría haberse evitado.
En el gremio aseguran que había caras largas por los cambios en la manera de liquidar la producción, pero entienden que algo había que ceder para compatibilizarlo con la imperiosa necesidad de las bases por salir a trabajar.
Y se destrabó con el sello de Mar del Plata. Pagar sumas no remunerativas, que implican mayor dinero en el bolsillo de los trabajadores pero desfinancian el sistema previsional y la obra social de los propios obreros, es una excepción que se ha hecho regla en la industria pesquera marplatense. Al punto que el último ajuste paritario con la industria conservera comprendió todo el aumento como suma no remunerativa.
Se llegó a esa situación por la delicada situación que atravesaba el sector desde hace un par de años. Ajenos a la bonanza del langostino y atado a un mercado interno en caída de ventas, aluvión imparable de latas importadas, acceso irregular a materias primas como anchoíta y magrú, alta presión impositiva y ausencia de financiamiento.
Las empresas que no cerraron, redujeron personal efectivo y temporario como La Campagnola. Hoy las que siguen en pie se cuentan con los dedos de una mano y luchan por encontrar alternativas que les permitan seguir trabajando.
Y la respuesta viene de lejos. Desde hace un par de semanas la flota costera de Rawson esta pescando en aguas provinciales anchoíta de buen tamaño y calidad que llega en camiones a las fábricas conserveras y saladeros de Mar del Plata.
La engraulis, nombre científico de la anchoíta, es una especie excedentaria. Es decir, la flota comercial pesca mucho menos de la captura máxima permisible que establecen las autoridades. Del stock bonaerense por ejemplo hubo años que se pescaron 10 mil toneladas cuando se autorizan a pescar más de 100 mil. Nadie la pesca en Mar del Plata a esta altura del año porque la flota fresquera esta centrada en el langostino y la costera en la corvina y variado costero.
La anchoíta patagónica, con un buen promedio graso y tamaño óptimo (menos de 40 piezas en el kilo), cumple un doble objetivo. Por un lado es una alternativa viable y rentable para que la flota de Rawson recupere ritmo luego de la zafra veraniega del langostino en aguas provinciales. Casi una docena de barcos completa bodega en el día y del muelle sale directo en camión para Mar del Plata. Casi 1200 kilómetros para generar trabajo en Mar del Plata.
Acá se paga 55 pesos por kilo puesta en la puerta de fábricas y saladeros. La engraulis también es un salvavidas para el sector, que le permite mantener a los recursos humanos activos y produciendo en lo que sería la baja temporada. Como dijimos la flota local trae anchoíta en septiembre y caballa, la otra especie pelágica que procesa esta industria, a partir de octubre, noviembre y hasta entrado el verano.
A partir de la pandemia los productos de conserva de pescado han tenido un incremento en las ventas. En España, por ejemplo, según datos oficiales en marzo, el consumidor de este tipo de productos aumentó en un 11% su compra y un 19% en su gasto.
Sobre la compra de los hogares en la semana del 27 de abril al 3 de mayo, en la categoría de conservas de pescado se produjo un incremento de la compra del 13,2% con respecto a la misma semana del año 2019.
En un artículo publicado en la Revista Aral, revela que el consumo de este producto en los hogares más jóvenes ha protagonizado un mayor crecimiento, lo que entendemos como una oportunidad para vencer la barrera en estos hogares españoles.
Este fenómeno se ha repetido por estas playas. De acuerdo a cifras de Pesquera Veráz, una de las conserveras de la industria marplatense, en el primer trimestre del año vendieron medio millón de latas, el doble de lo comercializado en el 2019.
“Estamos contentos porque podemos trabajar; nos han garantizado continuidad en la disponibilidad de materia prima, es un buen pescado, grande, y eso para nosotros es importante. Nos permite producir cuando en otra época, la fábrica estaba parada”, dijo Alejandro Pennisi, industrial de Indupesa y presidente de la cámara sectorial.
La flota fresquera de altura aporta langostino mayoritariamente en las fábricas de la Patagonia, más ahora que la temporada parece haber recobrado normalidad y previsibilidad, superado el conflicto con el SOMU. Pero desde la Patagonia llega anchoíta fresca para darle vida al sector conservero local. Estamos mal, pero no tan mal.
Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.