Salud y economía: un equilibrio más que necesario
Estamos buscando el equilibro entre salud y actividad. Es un esfuerzo en el que todos los sectores deberíamos estar comprometidos, dejando para otro momento discusiones de color político o chicanas que no aportan soluciones. La cuestión sanitaria nos unió y juntos encontramos un camino en común. Ahora nos toca seguir cuidando lo que logramos para que, al retomar paulatinamente la actividad, haya una nueva normalidad que nos permita salir adelante y hacer de esta crisis una oportunidad.
La toma de decisiones debería ser el resultado de escuchar tanto los legítimos y urgentes reclamos de miles de pequeños comerciantes y PyMEs como la preocupación de muchísimas familias que han visto desplomarse sus ingresos y no logran sostenerse. Esos hogares están esperando la ayuda de un Estado que por momentos se ve desbordado y errático o ensayando medidas que llegan tarde o causan confrontación y confusión entre vecinos de zonas lindantes. “Acá se puede hacer esto; al lado, eso no está permitido”. Una calle o una avenida no puede ser la línea divisoria entre lo que decide el que gobierna de un lado y el que gobierna del otro, simplemente porque en el medio está la gente que espera de su clase dirigente una actitud de diálogo constructivo que, lejos de darle mayor incertidumbre, le aporte soluciones concretas.
Recientemente solicitamos al gobierno provincial la posibilidad de abrir comercios de cercanía. Entendemos que no es razonable que muchos estén trasladándose y comprando en grandes supermercados ropa, calzado o incluso electrodomésticos que bien podrían adquirir en su barrio, en los negocios cercanos, que le dan trabajo a mucha gente y que seguramente, en caso de poder abrir, van a cumplir con el protocolo sanitario. Esperamos que la Provincia se haga eco de este requerimiento para proteger a los comercios y minipymes.
Detrás de ellos, hay una gran cantidad de familias que necesitan una respuesta. Así como aplaudimos con orgullo al personal de la salud no menos orgullosos tenemos que sentirnos de esos emprendedores y pequeños comerciantes que la siguen peleando, que eligieron no despedir y cuidar al empleado que tienen y están listos para aplicar los protocolos adecuados. Darles una solución es una responsabilidad urgente de quienes debieran entender que el dinamismo que aportan con su actividad está muy lejos de poner en riesgo la salud. Ellos son los primeros aliados en esta lucha porque saben cómo cuidarse y cuidar a sus clientes.
El equilibrio es un ejercicio difícil, que requiere de actos de contemporización y prudencia, encaminados a sostener una situación incierta y llena de dificultades. Apoyarnos mutuamente debería ser una constante en un momento que nos necesita más unidos y menos distraídos en discusiones sobre el pasado.
Así como no hay una única solución, nadie tampoco tiene todas las soluciones. Pero no podemos guiarnos solamente por el método “prueba y error” porque verificar si las alternativas funcionan implicaría, además de tiempo, una discusión interminable cuando en realidad lo que todos necesitamos son certezas y menos especulaciones o picardías políticas.
Lo peor que podría pasarnos a esta altura sería no haber entendido que la “propia quintita” no es más importante que el patio del vecino. El trabajo, además de mancomunado, tiene que ser coordinado. No sea que por pretender cuidar celosamente lo propio terminemos por olvidar una de las principales lecciones de esta pandemia: nadie se salva solo. Sin este aprendizaje será difícil lograr que salud y actividad se equilibren recíprocamente.