Sobrepeso y obesidad, los peligros de los tratamientos “mágicos”
La obesidad es considerada una enfermedad crónica y como tal requiere un tratamiento a largo plazo, como cualquier otra patología de esas características, por ejemplo diabetes, hipertensión arterial, etcétera. Si prestamos atención a dichos padecimientos, sabemos que los tratamientos con medicamentos son a largo plazo y siempre se acompañan de cambios en el estilo de vida y alimentación. Ante esto, pensar en reducir el tratamiento de la obesidad y del sobrepeso con la ingesta momentánea de determinados productos como pastillas y/o polvos, o la realización de dietas extremadamente hipocalóricas o disociadas sin generar cambios en el estilo de vida y alimentación, esperando la solución mágica, nos debería conducir a un posible fracaso a largo plazo.
Si tomamos como referencia los resultados arrojados por la última encuesta nacional de factores de riesgo realizada para la población argentina, veremos que un gran porcentaje de la población padece sobrepeso o algún grado de obesidad. Además, en la comparativa con la medición anterior, hubo un aumento del 10% aproximadamente en ambas.
En Argentina actualmente existen solo 3 medicamentos aprobados para el tratamiento de la obesidad (personas que tengan un Índice de Masa Corporal mayor a 30) y el sobrepeso (personas que tengan un Índice de Masa Corporal mayor a 27 con alguna comorbilidad asociada como diabetes, hipertensión arterial, hipertrigliceridemia, hipercolesterolemia, etc). Dichos medicamentos deben estar indicados por un profesional de la salud y deben ser expendidos bajo receta médica.
Todos los productos alternativos que existen en el mercado no se encuentran aprobados por la ANMAT como medicamentos aptos para tratar la obesidad o sobrepeso con alguna comorbilidad asociada, como así determinadas dietas restrictivas/disociadas de momento, pero que los hay de ambos… los hay y ¡en demasía!
En los últimos años se ha extendido tanto el uso de pastillas, polvos y/o dietas extremadamente hipocalóricas o disociadas para adelgazar que nos permitiría inferir una mayor oferta en relación a la demanda existente de estas “soluciones”.
Cabe destacar que algunos de estos productos que se comercializan pueden producir efectos secundarios o adversos no deseados y, en muchos casos, contraproducentes para la salud de quien los consume, debido a determinados componentes con los que cuentan. Lo mismo sucede con determinadas dietas que se promocionan en relación a la perdida rápida de peso.
Pero veamos qué es lo que sucede a nivel cerebral en las personas que deciden comenzar a ingerir determinados productos para adelgazar, que no son los que la ANMAT ha aprobado (que se venden de forma masiva); o, con aquellos que se someten a dietas muy restrictivas o disociadas.
Leonardo Arroniz, Licenciado en Psicología (MN 47335), explica que la obsesión por el cuerpo perfecto o el descenso de peso fácil y rápido, se ha vuelto en un objetivo de muchas personas potenciado por la exposición permanente a través de las redes. Sin embargo, tener un cuerpo “perfecto” es una cuestión subjetiva y de expectativas construidas influenciadas por variables sociales, publicitarias y de época. Tener una figura de los o las modelos que nos presentan masivamente por distintos medios, no significa tener un cuerpo saludable. Muchas personas acuden al uso de pastillas, polvos o se someten a determinadas dietas como solución mágica para lograr ese cuerpo deseado, sin tener presente que el camino hacia un físico saludable debe empezar con la generación de hábitos alimenticios y de estilo de vida adecuados.
Asimismo, el Lic. Arroniz fundamenta esto al exponer que el cerebro se rige por el principio de conservación de energía y un cambio de hábito o modificación de nuestro estilo de vida, implica para el cerebro una reestructuración y por ende un desgaste de energía.
En este sentido, el cerebro tiende a resistirse y aparecen ideas de procrastinación, que es la acción de postergar una acción o situación que hay que atender, boicots que el circuito neuronal establece para que no se cambie el estado. Por ende la “solución mágica” con la ingesta de determinados productos, o la realización de determinadas dietas, pueden aparecer como una conducta adecuada para la postergación de nuevos hábitos saludables que requerían un gasto de energía cerebral.
Teniendo en cuenta lo expresado por este profesional y lo que podemos ver en el consultorio, tarde o temprano esa acción de postergar lo que debemos atender se hace evidente en personas que durante un tiempo buscaron soluciones mágicas para lograr bajar de peso. Y llama poderosamente la atención la reincidencia en probar varios productos o dietas mágicas que conduzcan a un descenso de peso.
En relación a esto, Arroniz nos explica que el fenómeno "más de lo mismo" es un típico ejemplo de lo que se denomina “Cambio 1”, el cual consiste en aplicar reiteradamente el mismo intento de solución, a pesar de no obtener los resultados deseables, en vez de cuestionarse la conducta que uno aplica para la solución del problema, donde el individuo parte de la premisa mental de que esa conducta es la correcta. En cuanto a la justificación que se da a no obtener el resultado deseable es que "no fue aplicado con la suficiente intensidad", por lo que abandona por un tiempo ese comportamiento o lo intensifica en el próximo intento.
Consecuentemente nos indica que la capacidad de aprender está relacionada con el cambio de segundo orden, también denominado “Cambio 2”. En esta etapa, los sistemas tienen la capacidad de variar de manera cualitativa y son mucho más capaces de adaptarse a las alteraciones de su ambiente.
Para dichos cambios existe una posible explicación que radica en lo que podríamos llamar “tiempos mágicos”, donde las emociones que se mueven en nosotros nos empujan a desear realizar acciones. Es entonces cuando se da la secreción de una hormona llamada dopamina, de manera que ya nos podemos imaginar realizando la acción, constituyendo la fase de deseo de tener un cuerpo “perfecto”, o simplemente bajar de peso.
Cuando pasamos a la acción, como la toma de pastillas, polvos o la realización de alguna dieta disociada, se ven involucradas las sustancias adrenalina y noradrenalina que ponen al organismo en marcha, con el objetivo de estar preparados para actuar. Se recompensa la acción con una sensación de placer al finalizarla o mientras se realiza, resultados inmediatos por perdida de líquido, por ejemplo.
Por último, una vez completada la acción, se cierra el circuito de recompensa con una sensación de satisfacción: la persona bajó de peso. Cuando se ha llegado a este punto, aparece la serotonina, hormona que se relaciona con nuestro estado de ánimo, y con el deseo de volver a vivir la misma experiencia. Gracias a la satisfacción proporcionada, cuando aparezca una señal que active el deseo, el sujeto tenderá a repetir la acción, por lo que continúan ingiriendo productos o haciendo dietas mágicas, pero no logran cambiar los hábitos.
La situación que nos presenta el Lic. Arroniz, una vez que la persona cierra ese circulo de satisfacción, puede derivar en muchas situaciones y una de ellas es el llamado “efecto rebote”. El fenómeno ocurre cuando, por algún motivo, se discontinua el uso de estos productos o se abandona la dieta, y el motivo es claro: no se ha cambiado ningún hábito en el estilo de vida o alimentación, y lo mágico deja de ser mágico y maravilloso.
En general este efecto trae aparejado la recuperación del peso perdido y en muchos casos una ganancia de peso mayor a la inicial. Esto por lo general genera frustración y mucha ansiedad en las personas. Aparece nuevamente la desorganización en la alimentación y lo reintentan de manera química volviendo al uso de pastillas/polvo o a la realización de la “dieta mágica”, ya que el cerebro registró en algún momento la satisfacción con estas acciones y por ende vuelve a suceder el ciclo. Lo que siempre se evita, entonces, es la constitución de nuevos hábitos, aquellos que sean saludables. Y volvemos a empezar con el ciclo en el cual la persona pasa de cierta incomodidad consigo mismo, a descender de peso mediante la utilización de lo mágico y fácil, para después entrar en un estado de disconformidad, frustración y ansiedad.
Es importante resaltar que ninguno de los 3 medicamentos actualmente aprobados para el tratamiento de la obesidad o el sobrepeso asociado a alguna comorbilidad es efectivo si no se llevan adelante cambios en el estilo de vida de quien los ingiere, como un plan de alimentación saludable adecuado al gasto calórico y comorbilidades existentes, sumado a una rutina de actividad física.
La obesidad es una de las mayores problemáticas a las cuales, en torno a la salud, se enfrenta nuestra sociedad. Por ende, es lógico pensar que a medida va pasando el tiempo existan cada vez más productos o dietas milagrosas que prometan el tan esperado descenso de peso. Por esto es lógico que las posibilidades que tiene una persona que padece esta enfermedad de toparse con este tipo de productos o dietas va en aumento.
Más allá de la visión profesional del tema, quienes hayan realizado en algún momento de su vida un tratamiento como los mencionados sabrá que nada es mágico y que a corto, mediano o largo plazo, si no han cambiado hábitos, eso que en algún momento les generó satisfacción luego les generará frustración.
No evadamos, no posterguemos, no creamos todo lo que aparece en las redes sociales y programas de televisión en torno a esta temática. Preguntémonos el porqué de las cosas, consultemos con profesionales capacitados en el tema, que en definitiva son quienes nos darán las herramientas necesarias para poder generar ese cambio que algunos tanto buscan y desean.
Recuerden que nada es milagroso y que todo requiere de esfuerzos, compromisos y cambios.
Por Lic. Carolina Cordingley
Nutricionista (MP:2060)
@lic_cordingley
Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.