El traslado del Municipio, entre el abandono y la incertidumbre
Hablar del Plan Estratégico en Mar del Plata encierra una historia contemporánea de contrastes permanentes. En los últimos años se ha demostrado como la idiosincrasia de un país, o en este caso de una ciudad, permite armar y desarmar proyecciones de un momento a otro, sin pensar en caminos de largo plazo o políticas de Estado que marcaba dicho plan. Ha sido blanco y negro, sea el gobierno que sea. Es borrón y cuenta nueva, sin medir los costos. Se han observado caprichos para construir obras, de relativa planificación, y caprichos para deshacer, sin motivos claros.
El Plan Estratégico, que es la conjunción de una serie de proyectos que procuran estar acompañados por el Estado y distintas instituciones de valor para la sociedad, ha sido promovido en los últimos años por el Municipio como el plan de fortalecimiento de la ciudad de cara al futuro. Más puntualmente, se viene haciendo hincapié desde el Gobierno pasado, y en parte también este, del Plan Estratégico 2013-2030.
Sin embargo, desde la década del ‘80 los planes estratégicos comenzaron a ser una práctica innovadora de las ciudades, cuyos referentes políticos aseguraron encontrar una herramienta efectiva para reconocer cuáles son los temas principales que una sociedad urbana debía encarar para solucionar sus problemas.
Ahora, en Mar del Plata se han cuestionado distintas iniciativas que fueron y son contempladas en este programa. Uno de ellos es el proyecto de trasladar la actual Municipalidad, de Luro e Hipólito Yrigoyen, al barrio Libertad, más puntualmente a la Avenida Libertad y 202.
A fines del 2012, el por entonces intendente, Gustavo Pulti firmó un convenio con el Club Unión de Mar del Plata, a través del cual el Ejecutivo adquiría el predio de cuatro hectáreas, para poder reubicar las funciones administrativas del Palacio comunal y otras áreas. En tanto, paralelamente se contemplaba la correspondiente refuncionalización del viejo edificio.
En ese momento, Pulti señalaba que en el edificio, de Luro e Yrigoyen, “se mezclaba lo institucional y lo político con lo administrativo”. Destacó que la convivencia de las múltiples funciones en la emblemática sede no era buena debido a que eran muy disimiles unas de otras. Además, adujo a que había problemas de obsolescencia y superposición de muchas áreas, sumado a la falta de espacio físico.
Esto aseguraba el Intendente de General Pueyrredon al presentar la iniciativa, y remarcar la necesidad de generar “nuevas centralidades” en Mar del Plata:
Al enviar el proyecto del traslado al Concejo Deliberante, el jefe comunal instó a debatir el expediente entre los ediles.
Entre los concejales, las opiniones estaban divididas. Por un lado, Acción Marplatense y el Frente para la Victoria se mostraron a favor del proyecto, mientras que el radicalismo y Agrupación Atlántica salieron a criticarlo. Los sustentos de dicho apoyo estaban originados en la necesidad de descentralizar, el objetivo que se desprende abstractamente en el Plan Estratégico. Es decir, llegar a los barrios con las estructuras del Estado para aproximar el Estado a la gente, al vecino que históricamente debió recaer al centro.
No obstante, desde la oposición arremetieron con la idea, al señalar que “el lugar no era el más cercano para la gente” y que "Pulti generaba más burocracia con la apertura de nuevas dependencias".
En ese entonces, los vecinos del barrio Libertad mantenían posturas encontradas. Algunos afirmaban que el traslado repotenciaría a la zona, mientras que otros insistían que corría peligro el sostenimiento del deporte en el barrio ante el alejamiento del Club Unión.
La entidad deportiva aceptó cederle al municipio la propiedad de este lugar a cambio del pago de 72 cuotas de 12 mil pesos mensuales y el uso, por un plazo de 30 años, de un sector del Parque Camet para trasladar allí parte de sus instalaciones".
Por otra parte, concejales opositores remarcaron que el Gobierno del ex intendente Pulti desmantelado el funcionamiento del Palacio Municipal, descreyendo la idea de superposición de tareas. “Son anuncios que suenan más a demagogia que a la realidad”, aseguraban.
Pasaron los meses y el tratamiento legislativo no fue sencillo para el oficialismo. Se realizó una mesa de análisis, con entidades vecinales, organismos profesionales y más interesados. El apoyo a descentralizar fue mayoritario, aunque en muchos casos se solicitó mayor consulta y nivel de profundidad en los criterios de implementación.
Finalmente, en septiembre de 2013, en el marco de una nueva sesión ordinaria en el Honorable Concejo Deliberante, la mayoría automática de Acción Marplatense aprobó el acuerdo entre el Municipio y el Club Unión para concretar el traslado de las funciones administrativas de la comuna.
En pleno debate, los dichos pasaron de ser fundamentos a favor y en contra a transformarse en cuestiones personales, como el choque entre el concejal oficialista Diego Monti y Carlos Arroyo de Agrupación Atlántica, hoy intendente.
Un año después, la Municipalidad firmó la escritura de los terrenos en donde se iba a construir el nuevo Centro Cívico del Oeste, el nombre que definió Pulti para el nuevo Palacio, entre comillas. En esa oportunidad, el jefe político de la ciudad había llamado a hacer un concurso con el Colegio de Arquitectos para la restauración de la actual sede de la Municipalidad.
Al paso de los meses, en marzo de 2015, el intendente Gustavo Pulti, acompañado por diversos funcionarios municipales, recorrió las obras del nuevo Centro Cívico del Oeste. Al respecto, aseguraba que las obras se encontraban en un 30 % de ejecución.
En época de campaña, a Pulti no le fue fácil hacerse presente en Libertad y 202. Los problemas por la falta de pago a quienes realizaban las obras comenzaron a conocerse, generando que los trabajos sufran sobresaltos a las intenciones que tenía el Gobierno. El proyecto empezaba a perder la financiación que se había impulsado años atrás debido a distintos motivos que el Gobierno debía afrontar para revertir, algo que no pudo hacer, pese a los constantes giros en descubierto que apenas alcanzaban para pagar los sueldos y cumplir con algunas otras aspiraciones electorales.
Fue así como el traslado quedó en el imaginario colectivo y con fotos viejas en los meses de campaña a días de los comicios. Se hablaba del traslado en lo conceptual, y sin tanta actualidad. Aún así, Pulti, tras perder en las elecciones, volvió a mostrarse en las obras del centro cívico, aferrándose a su proyecto y denostando distancia con lo que presumía, y en el fondo sabía, era el final de una descentralización que no terminó de ser.
Es que Carlos Arroyo siendo concejal ya había advertido que la idea de descentralizar no estaban en sus planes de Gobierno, por lo que iba a revisar extensamente el convenio del traslado para encontrarle otro objetivo.
Independientemente a sus pensamientos, había una realidad. Las deudas que existían por parte de la gestión pasada obligó a dejar de plano cualquier intento de encontrarle otra meta en el corto plazo. El predio, con sus respectivas obras hechas, que hasta ahora solo reflejaba la realización de las losas, quedó abandonado. El robo y la marginalidad formaron parte de un mismo ambiente. Se robaron todos los materiales que habían quedado pendientes de una noticia. Hasta los ladrillos.
Debió llegar Prefectura para instalarse y dar seguridad a una zona que lo demandaba a gritos. De esa forma, la cantidad de hechos delictivos en el predio disminuyeron.
Durante su agitado 2016, Arroyo aclaró que el traslado “no era prioridad” y que su administración estaba trabajando “en cosas más inmediatas”. En el año pasado, se hizo alusión a la posibilidad de mudar las secretarias de Educación y Cultura, entre otras ideas que se indicaban debido al proyecto de Arroyo de reducir alquileres para alivianar los gastos del Municipio. Sin embargo, la solución de fondo representaba un desenvolvimiento económico y de gestión que no estaba en los planes urgentes del Gobierno, que trataba apagar sus constantes incendios, sin pensar demasiado en adelante, algo que este año intenta modificar a la vista gracias a distintas obras en ejecución.
En enero de este año, el intendente Carlos Arroyo se comprometió a tratar de conseguir financiamiento para reanudar las obras de construcción de Centro Cívico del Oeste. Una medida que sorprendió a propios y ajenos. Sin embargo, no se había aclarado bien su uso final.
En un informe presentado en esa oportunidad ante el Concejo Deliberante, el Ejecutivo reconoció haber realizado sin éxito algunas gestiones ante la Nación y la Provincia. El razonamiento era simple. El mensual apoyo financiero hacía Mar del Plata, en materia de pago de sueldos y otros auxilios, hacían imposible otro semejante desembolso ante un proyecto que no generaba interés por parte de las principales autoridades del Gobierno bonaerense y nacional.
De esa forma, lo único que creció en Libertad y 202 fueron los pastizales y el óxido de ciertas estructuras que esperaban su pertinente continuidad.
El Secretario adjunto de la UOCRA, César Trujillo, le había asegurado a este medio que el proyecto de obra en el edificio del barrio Libertad estaba “paralizado”:
Sin embargo, el tema se reflotó, aunque con matices. Desde hace dos semanas que el intendente Carlos Fernando Arroyo analiza la posibilidad de construir la nueva sede de la Policía Local en la Avenida Libertad y Tandil. La iniciativa, estancada hace exactamente dos años, quedó en el tiempo para el jefe comunal, quien ahora piensa “hacer borrón y cuenta nueva” con un proyecto que trasladó a su Gabinete.
El intendente busca capitalizar el inicio de esas obras en el barrio Libertad para retomar con una planificación propia, que incluya sólo un sector del complejo. En esa parte se estipula conformar una base de atención al público, vestuarios, un sector de oficinas y otras instalaciones que ya está elaborando la Secretaría de Obras y Planeamiento Urbano de la comuna.
El titular de la cartera municipal, Guillermo De Paz, brindó detalles a Radio Mitre Mar del Plata de la licitación que se prevé confeccionar a la brevedad con los fondos que se tenían destinados a la puesta en valor del edificio ubicado en Chile y Alvarado, donde, originalmente, era el proyecto de sede de la fuerza que conducen Fernando Telpuk y Marcelo Lencina.
Fuentes consultadas por este medio señalan que no hay ni cloacas en el predio de Libertad, por lo cual se deberá arrancar desde cero, con los tiempos y recursos que eso requiere. El Ejecutivo local asegura contar con más de 10 millones de pesos para comenzar con su propósito. Si bien no hay plazos, su uso se estaría haciendo efectivo prontamente, quizás antes de las elecciones.
En el programa Antes Que Sea Tarde, el presidente de la sociedad de fomento de Bernardino Rivadavia, Rubén Calomarde aseguró que este traslado es una buena noticia para los vecinos del Barrio Libertad, pero no para Bernardino Rivadavia.
A su vez, el fomentista dijo estar sorprendido por esta decisión, ya que según él esta modificación es una ilusión perdida:
Por su parte, el titular de la Sociedad de Fomento del Barrio Libertad, Never Pereyra, expresó que es bienvenida la sede de la Policía Local, siempre y cuando, el edificio esté en buenas condiciones y no quede en estado de abandono, lo que generaría mayor inseguridad:
Si bien se sigue mencionando el presunto cumplimiento del Plan Estratégico, del famoso plan de transformación de la ciudad, lo concreto que lejos está de pensarse una Mar del Plata de acá al 2030, como se preveía. Pese a la importancia que eso permitiría, ya que las principales ciudades del mundo así funcionan, en “La feliz” todo se arma y desarma a gusto y piacere. Se vive en un contexto de borrón y cuenta nueva permanente, con obras e ideas que no se consultan. No se tuvieron en cuenta opiniones en contra para hacerlo, ni tampoco posturas contrarias para su final como proyecto.
En la Mar del Plata de los contrastes, lo único que se mantiene es la inexistencia de una planificación, de una real identidad conjunta de lo que se busca. Si bien sería ingenuo pensar que el Poder político pueda consensuar seguidamente medidas o proyectos de este tipo, ningún proyecto podrá sobrevivir de esta forma. Es decir, las diferencias no resultan ser por puntos de vista que busquen apuntalar una obra de tal o cual forma. En la ciudad, el problema es de base y sin respetarse lo consensuado con los referentes profesionales que aportaron en la discusión por el futuro de Mar del Plata. O se piensa centralizar, o se piensa descentralizar. Ese es el nivel del debate, que termina siendo estéril cada vez que se plantea.
La institucionalidad se crea y se borra casi al mismo tiempo, quedando supeditado todo a los intereses personales de los gobiernos de turno, que, lejos de pensar en la prosperidad de una sociedad, administran sueños y realidades sin medir los costos.