Un lock out que suma daños colaterales con un Estado ausente y sin aviso
Por Roberto Garrone
El lock out patronal que llevan adelante las empresas armadoras de buques tangoneros congeladores desde hace casi un mes, el tiempo que lleva abierta la temporada de langostino en aguas nacionales, domina la coyuntura pesquera.
Hay otras noticias: finaliza una temporada histórica de Calamar, frigoríficos exportadores rechazan valores de referencia que aplica el gobierno a determinados productos como si desconociera la caída de precios por efectos pandemia. Algunas conserveras locales procesan anchoíta que pescan costeros de Rawson, el puerto marplatense encara una nueva obra de dragado, hay problemas en algunas empresas con el pago del aguinaldo, etc.
Pero todo eso pasa a un segundo plano con la evolución de la novela que, con indiferencia absoluta, escriben por separado CAPeCA, CAPIP y CEPA y el Sindicato de Obrero Marítimos Unidos. Una puja salarial que ya irradia hacia otros sectores.
Los bloqueos del gremio afectan a la flota fresquera de altura y a los obreros del pescado, mientras desde el Estado nadie asoma para frenar el desborde y se dan el lujo de perder inversión, trabajo y esfuerzo de cientos de trabajadores.
Las cámaras empresarias patagónicas piden modificar el valor del langostino que figura en el anexo lll del convenio colectivo 729; pasar de 5800 dólares a 3480 dólares el langostino L1, el de mayor tamaño, para calcular los ingresos de los marineros en concepto de producción, un ítem que desde hace 16 años figura en dólares.
En el SOMU rechazan de plano esa posibilidad y ni siquiera quieren escuchar alguna propuesta que implique que los marineros puedan resignar ingresos por trabajar en la captura, clasificación y empaque del langostino a bordo.
La patronal pide que se adapte el precio al contexto que atraviesa la pesquería. Una realidad signada por bajos precios de ese langostino entero que baja del barco acomodado prolijamente en cajas de 2 kilos, hoy en menos de 5 mil dólares la tonelada y nula demanda del exterior por la pandemia y porque muchas cámaras frigoríficas tienen stock de la temporada pasada.
El escenario de la puja salarial es una pesquería que muestra una sobre abundancia fenomenal desde hace más de cinco años, con estas mismas empresas que hoy piden ajustar salarios como única alternativa a seguir en pie, exportando más de 100 mil toneladas en promedio, a un valor de langostino por encima del valor que muestra hoy.
Con un dato adicional: muchas empresas que pescan en el caladero nacional son filiales de compañías españolas: se compran y venden a ellos mismos, incluso llegan con sus propias marcas a las góndolas del supermercado. En esos eslabones parece que nadie está dispuesto a ajustar el cinturón.
“Oficiales ya ajustaron, los servicios también, pesca congeló los derechos a valores del año pasado. El SOMU es el 45% del total de los costos; sin ellos es imposible”, aseguran en la patronal.
El SOMU decretó un paro total en la pesca el lunes pasado para intentar meter presión. No a la patronal langostinera congeladora que sigue cómoda con los barcos amarrados a muelle y enviando ofertas salariales en pesos, sino a las autoridades gubernamentales para ver si intervenían en el conflicto.
Pero el paro tuvo nulo resultado. Los obreros marítimos no pudieron parar en Mar del Plata a la flota congeladora merlucera de las empresas adheridas de CEPA, la cámara marplatense. Aunque no tenían motivo, intentaron parar a la fresquera de altura, con el mismo resultado.
Con esas señales el gobierno debió haber intervenido, pero sigue ausente, Escala la apatía oficial mientras aumentan los daños colaterales. Porque sin resultados en el agua, era obvio que la medida de fuerza del SOMU tendería a radicalizarse.
Al cierre de esta columna en los puertos de Chubut ya había un bloqueo que no dejaba pasar camiones que habían recibido el langostino que descargaron los barcos fresqueros. Daños y perjuicios por los que nadie se hace cargo.
Más de 600 toneladas, 600 mil kilos de materia prima perecedera pudriéndose en cajas térmicas y bodega de barcos. Misma apatía. A nadie parece importarle. Digo, jueces, fiscales, Subsecretario de Pesca, Ministro de Trabajo.
La escalada no se limita a Chubut. El gremio anunció que desde mañana van a bloquear el acceso a las Terminales 2 y 3 del puerto marplatense. Es lamentable que lo que no pudieron lograr con sus propios afiliados lo intenten con trabajadores que nada tienen que ver con su reclamo.
En Mar del Plata si bloquean la salida de camiones con pescado fresco, no trabajan los obreros del pescado. Si no permiten el ingreso de contenedores, no trabaja la estiba. El riesgo que se enfrenten trabajadores contra trabajadores es una posibilidad cada vez más latente. Todos están avisados.
“Aún haciendo esa oferta perdemos plata y hay barcos que aunque se arregle no van a salir, o si salen es para hacer dos mareas, para cumplir y no perder el permitido”, anticipó un vocero del sector armatorial congelador.
El año pasado esta flota generó exportaciones por más de 500 millones de dólares. Con esta parálisis pierden todos: empresas, trabajadores, gremio y el propio estado. Quizás el Estado pueda poner un límite al impuesto a las ganancias que reduce los ingresos del recibo, el gremio a la cuota sindical, las empresas mejorar esa oferta mezquina y los propios tripulantes aceptar que las condiciones no están dadas como para perder toda la temporada.
Es urgente un acuerdo circunstancial para volver a poner en marcha una actividad que derrama buenos salarios de punta a punta de la cadena productiva. Pero para eso hay que tener voluntad de diálogo y de saber que se van a resignar cosas. Para inflexibles ya vimos los capítulos que escribió la novela hasta acá.
Claro que hay que estar a la altura para superar la grieta profunda que se cavó en estas semanas. Sin empresas no hay barcos ni trabajo a bordo. Sin trabajadores no hay capturas ni exportaciones. Es una verdad de Perogrullo pero esta todo tan radicalizado que no viene mal refrescarla.
Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.