El tesoro de los inocentes de Torres y Liva
Por Germán Ronchi
Había que salir corriendo. Apenas segundos para pensar. El 15 de diciembre pasadas las 22 horas, la distribuidora Torres y Liva ya ardía. Explosiones, sirenas, corridas y un fuego que crecía minuto a minuto, segundo a segundo y con el correr de las horas terminó en escombros y cenizas.
Carlos Torres perdió todo su comercio y con él, 50 años de historia en el rubro. No obstante, hubo mayores damnificados. Los que alertados por Bomberos y Defensa Civil debieron abandonar sus hogares y salieron a la calle con lo puesto, y posteriormente fueron derivados a Plaza Rocha para ser atendidos.
Algunos pudieron regresar tras la evacuación. Otros perdieron todo en un puñado de horas, mientras que en algunos casos, todavía tenían sus pertenencias intactas: fotos, recuerdos y hasta mascotas.
Incluso, en pleno intento de mitigar las llamas los bomberos rescataron a cuatro gatos que habían quedado atrapados en un departamento del cuarto piso del edificio lindero.
Más allá del profesionalismo y la vocación de servicio, Bomberos y Defensa Civil coordinaron una tarea elemental el día después del incendio: a los 100 vecinos evacuados les permitieron comenzar a ingresar a sus propiedades de a uno, con personal de bomberos, para retirar pertenencias como medicamentos o documentación necesaria.
Como unos párrafos más arriba, se repitieron escenas: hogares arrasados por el fuego, algunos parcialmente afectados con un puñado de recuerdos en la pared, pero también otros que estaban intactos, aunque el riesgo de derrumbe determinó la demolición que culminó este miércoles.
La historia de Liz Benítez es indefectiblemente icónica sobre estos últimos casos. El día del incendio salió con lo puesto, descalza, sin ropa, ni documentos, ni dinero. Uno de sus hijos sacó a la perra y ella salió con el menor en brazos. El martes, en plena etapa de demolición de su edificio, Benítez se atrincheró en su departamento para recuperar la urna de su hijo.
Finalmente, este miércoles alrededor de las 17 finalizó la demolición del edificio, quedando una pila de escombros en la parte central que alcanza los 7 metros de altura. Y en medio de las tareas, personal de Defensa Civil continuó en la búsqueda de objetos personales de los damnificados, de los inocentes.
Este jueves se llevará a cabo el rastrillaje final con personal y máquinas en la búsqueda de objetos, que por mínimos que sean serán un tesoro para los que perdieron todo.