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    El libre albedrío marplatense, como si el barbijo fuera un escudo inmunizante

    19 de abril de 2020 - 07:58
    El libre albedrío marplatense, como si el barbijo fuera un escudo inmunizante
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    Por Germán Ronchi

    El que se crea libre de cuarentena, que tire la primera piedra...y Mar del Plata está siendo cascoteada. Ya no se explica, no se entiende. En la última semana, la ciudad pareció la de siempre, la de costumbre, como si nada ocurriera.

    Colas en los centros de salud, en el Correo Argentino y bancos, cordones enteros ensombrecidos por los autos estacionados, gente en la Peatonal. Por el simple desafío al destino, desinformación, sobreinformación, la idiosincrasia de "eso a mi no me va a pasar" y saltar por encima de las normas, los marplatenses se desplazan por la ciudad igual que antes del DNU de aislamiento social, preventivo y obligatorio. Eso sí, casi todos con barbijos.

    Eso de correr el límite es muy nuestro. Eso de negociar lo innegociable. Algo así como "me pongo el barbijo, pero salgo igual". No, no y no. Es el aislamiento, las medidas de prevención y el barbijo. No una cosa o la otra. Son estos tres los antídotos contra el coronavirus. De momento, no hay otro.

    Una de las dudas por el uso del barbijo yacía en la posibilidad de que las personas se relajen y dejen de prestarle atención a la higiene de manos. Y si de relajación hablamos, otro de los factores que pueden influir en los marplatenses, es el número bajo de casos confirmados e incluso en sospecha.

    Pero esto todavía no empezó, como dijo la secretaria de salud de General Pueyrredon, Viviana Bernabei. Cabe la salvedad para aquellos que fueron a cumplir con el calendario de vacunación antigripal y los que debieron ir a los bancos. Pero no nos olvidemos de la "viveza criolla", de los camuflados, los que aprovechan el movimiento para salir por salir.

    Cumplimos un mes de cuarentena. Todos estamos hartos del encierro. Pero la Emergencia Sanitaria tiene un sentido, todo es por una razón: nada más y nada menos que por uno de los hitos que atraviesa la historia de la humanidad, que seguramente sus hijos y nietos estudiarán en etapa de secundaria; como la peste negra, la fiebre amarilla o el cólera que sacudió a Italia en el 1800.

    Este lunes empieza la obligatoriedad del barbijo. Y desde aquí alertamos sobre la posibilidad de que sea una norma contaminada por el temor a la multa, como el casco en el codo. Sea lo que sea, si lo tenés, usalo, y como corresponde.

    Sin embargo, en Mar del Plata se implementó desde los últimos días el uso del "tapaboca", en lo que representa una imagen casi cinematográfica. ¿Y cómo se puede observar? Fácil. Porque el tránsito de personas en Mar del Plata es como si nada pasara. Porque el barbijo "resulta" ser un escudo inmunizante, porque salieron todos a la calle. El "relajo" en la higiene es imposible determinarlo a simple vista. Pero de esa forma, con un "pantallazo" hay algo evidente: se perdió la distancia social.

    Una distancia que no se respeta y hasta hay contacto físico, grupos de personas hablando. Ojo!, pero con barbijo (ironía). El "tapaboca", junto a la higiene de manos, la cuarentena, el distanciamiento social, son las normas establecidas para evitar la propagación del virus. Todas y cada una de ellas; ninguna suplanta a otra, ninguna nos permite hacer el caldo gordo a las demás.

    Cuando hablamos de idiosincrasia argentina, decimos el casco en el codo o las décadas que costó comprender, adoptar y aceptar el uso del cinturón se seguridad en los vehículos. 

    Y hay algo clave: el individualismo. Claro que está mal comprendido ante la pandemia. Cuidarse uno, aunque no se quiera o no importe, indirectamente cuida al otro. Lo que se llama empatía.

    ¿Faltan controles? Sí. ¿El Estado es omnipresente? No. Pero quizás haga falta más rigurosidad, bien entendida; comprendida en el mayor control y no en el castigo.

    Y otro aspecto importante es el seguimiento y la denuncia informal. Como hacen en la mayoría de los negocios. Establecer reglas propias, respaldándose en los protocolos internacionales, como la cantidad de personas dentro de los establecimientos, la espera, las distancias. Y la individual, claro. Aunque problemática, porque al querer marcar la irresponsabilidad o falta de respeto a las normas establecidas, más de una vez se recibe una mala contestación, la "sobrada" o la burla. Y una más, marcar el 134 y denunciar.

    En definitiva, lo que pretendía ser una columna de opinión, termina siendo un pedido de consciencia, de solidaridad. Resulta redundante, pero parece que hay que aclararlo, una y otra vez: "Quedate en casa".

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