La nueva ola del feminismo se impuso en la agenda de 2018
Por Inés Reyna
La cuarta ola del feminismo, que comenzó en los 90, se percibe con más fuerza en la Argentina en los últimos años, y luego de la consolidación del movimiento "Ni una menos" -que nació el 3 de junio de 2015-, copó las calles y la agenda política, social y mediática del 2018, dando paso al postergado debate por el aborto, la conmoción social que produjo el llamado "Me too argentino" y la aprobación de las leyes "Brisa" y "Micaela".
Términos como "sororidad", "deconstruir", "empoderar" , "patriarcado", "perspectiva de género", "lenguaje inclusivo", "machirulo" y "feminazi" ganaron terreno, mes a mes, en las mesas familiares, las redes sociales, los medios y los textos académicos. Algunos de estos neologismos, incluso, fueron adoptados este año por la Real Academia Española.
Sin embargo, donde realmente se multiplicaron estas nuevas y no tan nuevas palabras fue en los carteles y banderas improvisadas que, con ingenio, se impusieron en cada una de las marchas en las que miles de mujeres se movilizaron en todo el país para conquistar derechos que contribuyan a una sociedad más igualitaria.
Como todo movimiento disruptivo y revolucionario, el feminismo argentino 2018 también tuvo sus consignas y, como todo hito de época, sus respectivos hashtags. A los ya impuestos "Ni una menos" y "Vivas nos queremos" se sumaron "Se va a caer", "Mirá como nos ponemos" "Yo te creo, hermana", "No es No", "Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir" y "Aborto legal ya".
El pañuelo -símbolo de otra histórica lucha encabezada por mujeres argentinas agrupadas en "Madres de Plaza de Mayo"- fue reformulado en color verde y adoptado por quienes militaron por la ley del aborto legal, seguro y gratuito, que consiguió una memorable media sanción en la Cámara de Diputados el pasado 14 de junio. Y aunque en octubre el proyecto no pasó la votación en el Senado, la sensación entre los colectivos feministas es que será aprobado tarde o temprano.
Pese a que la conciencia de género ha crecido en el último tiempo y que los debates en torno a la igualdad se han instalado, la asociación civil La Casa del Encuentro informó en su último reporte que, en los primeros diez meses de 2018, hubo 225 femicidios en la Argentina, es decir, uno cada 32 horas. 200 de estas víctimas de la violencia machista fueron asesinadas por varones que ellas conocían. La cifra muestra una leve mejoría, ya que durante la última década, hubo un femicidio cada 30 horas.
Por causa de estos crímenes, 250 niños y niñas se quedaron sin madre este año en el país. A ellos vino a proteger la denominada "Ley Brisa", que prevé una compensación económica para los hijos de mujeres víctimas de femicidios. Aprobada por unanimidad el 4 de julio pasado, beneficiará a 3200 niños, niñas y adolescentes de todo el país.
El 19 de diciembre el Congreso sancionó otra ley fundamental para luchar contra la violencia de género, desde el seno del mismo Estado, cuyas instituciones también responden a las viejas estructuras del machismo. Denominada en homenaje a Micaela García -la joven de 21 años asesinada en Gueleguay en abril de 2017 por un violador reincidente que había sido liberado antes de finalizar su condena por “buena conducta"-, la normativa dispone la capacitación obligatoria en perspectiva de género para todos los funcionarios y trabajadores de los tres poderes estatales.
El Gobierno de Mauricio Macri decidió incluir el tratamiento de este proyecto dentro de la agenda parlamentaria de la sesiones extraordinarias, luego de la conmoción social que causó, precisamente, otra revolución feminista denominada el “Me too argentino”, desatada tras la denuncia de la actriz Thelma Fardin contra su colega Juan Darthés por violación.
El colectivo “Actrices Argentinas” acompañó y respaldó la acusación de Fardin contra su colega por abuso sexual con acceso carnal cuando ella tenía 16 años, durante una gira por Nicaragua de “Patito Feo”, novela en la que ambos participaban, diez años atrás. La denuncia pública y penal de Fardin hizo mella en cientos de mujeres que vivieron situaciones similares en los ámbitos más disímiles y se nutrieron de la iniciativa de la actriz de 26 años para animarse a denunciar a sus victimarios.
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